El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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martes, 27 de febrero de 2024

Disfrutar la vida

 


              Los seres humanos somos capaces de recordar hasta la extenuación los momentos dolorosos de nuestras vidas. Los recordamos, los sufrimos y lloramos con su recuerdo, los contamos, unas veces nos corroe la rabia, otras la ira, hablamos de nuestro dolor sin venir a cuento, nos lamentamos, siendo incluso incapaces de sentir el dolor ajeno, porque “no es nada comparado con lo que me ha pasado a mí”.

Sin embargo, somos incapaces de recordar con parecida intensidad los momentos felices. Hasta diría que estos pasan por nuestra vida sin pena ni gloria. Después de unos momentos de euforia, caen en el olvido, hasta el extremo de que, si nos piden que recordemos algún acontecimiento feliz de nuestra vida, podemos quedar dubitativos, tratando de descubrir alguno de esos momentos.

       De la misma manera nos comportamos ante la enfermedad, nos podemos pasar el día lamentándonos, sintiendo nuestro dolor, explicando a todo aquel que se cruza con nosotros lo mal que nos encontramos, lo infelices que nos sentimos, la mala suerte que parece haberse aliado con nosotros, y un sinfín de desgracias más. Pero cuando estamos sanos, no explicamos a todas las personas con las que nos encontramos, que estamos sanos, que nos sentimos bien, que vaya suerte la nuestra, que nos encontramos felices por la buena salud. ¿Por qué será?

              ¿Quiere decir esto que hay muchos más momentos de dolor que momentos felices en las vidas de las personas? No es así. Normalmente pasamos más tiempos neutros, sin episodios excepcionales ni de felicidad, ni de dolor, de la misma manera que pasamos más tiempo de nuestra vida, sanos que enfermos. Y llamo momentos neutros a momentos que, en realidad, los deberíamos calificar como excepcionales, como son el amanecer de cada día, ver una salida o una puesta de sol, sentir el canto de los pájaros, el olor de la tierra después de la lluvia, escuchar la risa inocente de los niños, sentir el abrazo de los que nos quieren, tener hambre y poder comer, y un sinfín de cosas más.

              Podemos llorar años la desaparición de un ser querido, pero no festejamos años el nacimiento de otro ser querido. Podemos lamentarnos mucho tiempo por la pérdida de un trabajo, pero no nos alegramos el mismo tiempo cuando lo encontramos y nos contratan. Podría seguir poniendo infinidad de ejemplos, pero no merece la pena, seguro que cada uno de vosotros puede pensar en su ejemplo favorito.

              Sabemos, al menos, todos los que nos asomamos a esta ventana, que energías iguales se atraen, sabemos que somos lo que pensamos, sabemos que el Universo nos regala aquello que permanece en nuestra mente con una cierta intensidad. Pero, es igual, somos incapaces de cambiar nuestro pensamiento, somos incapaces de mantener los sucesos buenos en nuestra mente durante más tiempo que los malos, somos incapaces de ser felices. ¿Será que nos gusta el sufrimiento?, ¿Será que no terminamos de creernos que somos energía?, ¿Será que, a pesar de todo, nuestro conocimiento, somos incapaces de dominar a la mente?, ¿Será que practicamos poco la mucha teoría que atesoramos?, ¿Será que no habremos integrado en nosotros nuestra divinidad?, ¿Qué será?


domingo, 18 de febrero de 2024

Vivir la vida (2 de 3)

 


        Si nos resignamos sufriremos ya que continuaremos a la espera de que la situación se revierta. Quedaremos atrapados en esa situación. Nos compadeceremos y nos sentiremos las víctimas.

Para alejarse del sufrimiento es imprescindible entenderlo y ser consciente de que el padecimiento nos aleja de una vida feliz. Una vez entendido, es muy posible que no se pase, directamente, al capítulo de la aceptación, sino que la persona se entretenga en un punto intermedio.

Cuando el sufrimiento ha tomado posesión de la persona y esta es consciente, solo le queda tratar de alejar el sufrimiento para volver a un estado, si no de felicidad, si, al menos, de una cierta tranquilidad.

Para ello la persona, con ayuda externa o haciendo uso de su propia voluntad, comienza un trabajo interior. La base de ese trabajo bien podría estar alineado con los siguientes enunciados:

-       Todo es energía.

-       Los pensamientos, origen de su sufrimiento, también lo son.

-       Energías iguales se atraen.

Cada pensamiento y emoción emite una vibración y, según la ley de la vibración, esta vibración atrae eventos, circunstancias y personas similares.

Esta es la base de la Ley de la Atracción. Nuestra mente y nuestros pensamientos tienen un poder de atraer lo positivo o lo negativo que se proyecta en el universo. La idea es que si nos enfocamos en lo que queremos y lo visualizamos, sintiendo la emoción de eso que queremos, con la misma intensidad que sentíamos el sufrimiento, podremos manifestarlo en nuestra realidad.

Es bueno utilizar algunas técnicas, porque la acción, el esfuerzo, y la responsabilidad son la llave para desechar viejos hábitos y crear otros nuevos, para generar un estado mental positivo y alineado con los objetivos que se desean. Estas técnicas pueden ser: la meditación, la afirmación, el agradecimiento, el perdón y la visualización.

Visualiza tus deseos como si ya se hubieran manifestado. Imagina tus deseos como si ya se hubieran manifestado en tu vida.

Visualízate experimentando y disfrutando de tus metas alcanzadas con todos los detalles sensoriales. Siente la emoción y la gratitud mientras visualizas.

A partir de aquí, solo queda mantener la voluntad y el trabajo y, esperar con paciencia, que lleguen los resultados esperados.


viernes, 16 de febrero de 2024

Vivir la vida (1 de 3)

 


Señor, concédeme

la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,

valor para cambiar las que sí puedo y

sabiduría para discernir la diferencia.

(San Francisco de Asís)


Existen tantas maneras de vivir la vida física como seres humanos viviéndola, pero si hablamos de las sensaciones que llegan a sentir los ocho mil millones de vividores que pueblan el planeta, como consecuencia de cada una de las interacciones con el mundo, el número se reduce drásticamente. Podemos nombrar algunas: felicidad, alegría, satisfacción, bienestar, tristeza, miedo, sufrimiento, vergüenza, ira, asombro, amor, gratitud, esperanza, culpa.

Por supuesto, son muchas menos que ocho mil millones, pero se podrían agrupar aún más, hasta dejarlas reducidas a la mínima expresión:

-   Regodearse con el sufrimiento que van generando los acontecimientos del momento.

-  Alternar el sufrimiento con alguna de las técnicas leídas, aprendidas o escuchadas, para cambiar el devenir de tus miserias.

-       Aceptar.

La primera opción, la de regodearse con el sufrimiento es la más fácil, porque es un hábito arraigado en nosotros desde nuestra más tierna infancia. Solamente hay que observar cómo se desenvuelve el ser humano en sociedad, solo hay que observar cuáles son sus conversaciones, cuáles son sus comentarios y cuáles sus carencias, para determinar, sin temor a equivocarnos, que el ser humano es adicto al sufrimiento, adicto al dolor, adicto a la pena, a la tristeza y al miedo, de la misma manera que se puede ser adicto a las drogas, a la nicotina, a la comida o al alcohol.

            Y de la misma manera que para liberarse de la opresión de las adicciones físicas se ha de hacer un sobreesfuerzo y, puede que, incluso internarse en una clínica de desintoxicación, para liberarse de las adicciones emocionales se ha de realizar, también, un ejercicio de voluntad intenso, se ha de realizar un ejercicio de aceptación de la realidad de la vida, se ha de tener el convencimiento de que solamente con el dolor es imposible, no solo ser feliz, sino que es imposible hacer felices a los demás. Se ha de cambiar la creencia de que la felicidad es algo que nos llega del exterior como un regalo, sino que es un estado interior al que se llega por propia voluntad, sin tener en cuenta “el qué dirán”, sin esperar nada de nadie.

            No podemos liberarnos del sufrimiento por el mero hecho de pensar: “Desde mañana no voy a sufrir y voy a ser feliz”, porque el hábito de sufrir, es una enseñanza tan arraigada en nosotros, que deshacerse de ella es casi como ser infiel al amor de nuestros progenitores, que son, los que con su ejemplo, ¡nefasto ejemplo de sufrimiento!, nos han inculcado que es, no solo normal, sino casi un deber, sufrir con el padecimiento de los demás, y sobre todo con el padecimiento de los que nos quieren.


Sufrimiento 1

 


Sufrimiento

 


sábado, 10 de diciembre de 2022

Deambulando por la vida

 


En nuestro deambular por la materia nos vamos encontrando con seres variopintos que van siendo nuestro termómetro para medir nuestra propia evolución. Todos son un espejo en el que vemos reflejada nuestra propia imagen, nuestras propias carencias, nuestros miedos, nuestras miserias, nuestra ignorancia, nuestro sufrimiento, nuestro dolor, nuestras soledades.

Cuanto menor es nuestro nivel de evolución, más dolor, más sufrimiento, más división, más separación, más religiones, más opciones políticas, más mini estados, más banderas, más discriminación, más guerras, más hambre, más pobreza, más ignorancia.

Si todos nos encontráramos en el mismo nivel la evolución, a medida que este fuera creciendo nos iríamos uniendo cada vez más, para llegar al final de nuestro tiempo a un solo estado: la Tierra, a una sola religión: el Amor, a un único objetivo: caminar juntos hacia a Dios, a un solo sentimiento: la felicidad, a un solo parentesco: la humanidad, y a una sola enseñanza: vivir desde el corazón.  

viernes, 18 de noviembre de 2022

Recordar que somos para no sufrir

 


 

Jueves 18 de noviembre 2022

 

Escuché hace unos días una de esas verdades, con la que estoy, totalmente, de acuerdo, pero que me hizo reflexionar: “La primera razón del sufrimiento es el olvido de lo que, realmente, somos”.

Mi creencia siempre ha sido que venimos a la vida, de la materia, para recordar que somos seres divinos y para aprender a amar, de la manera que, estoy seguro, ya sabemos: amar como cuando no estamos aprisionados en el cuerpo.

Lo que nunca se me había ocurrido pensar es que una vez sabemos que somos seres divinos se acaba el sufrimiento.

La teoría dice que la razón por la que se tendría que acabar el sufrimiento es porque cualquier suceso que ocurra no afecta, o no debería de afectar a la persona, porque sabe de su divinidad y tiene plena conciencia de su eternidad, y de que todo lo que pueda ocurrirla solo es la espoleta que la va a llevar a otro nivel de conocimiento.

Tengo que confesar que yo estoy, plenamente, convencido de que soy un alma eterna e inmortal, que durante un instante de mi eternidad me he encarnado en la materia. Y, sin embargo, a pesar de esta creencia, sigo sufriendo. Es cierto que, muchísimo, menos que hace unos años. Pero aun sufro, con menos intensidad y con una corta duración en el tiempo, pero sufrimiento, a fin de cuentas.

Reflexionando sobre esto, he llegado a otra conclusión: No solo es necesario saber que soy un ser divino, es imprescindible integrar ese conocimiento en cada célula, para actuar, de manera automática, desde mi divinidad.

Por lo tanto, si yo sé y creo que soy un ser divino y sigo sufriendo, está claro que no he integrado ese recuerdo en mí.

Eso es terrible, pero más terrible es que no sé, muy bien, como hacerlo.

Podría ser que tengo arraigada otra creencia: Que el sufrimiento es necesario para iniciar un cambio. Y con las dos creencias instaladas en mis células va a ser difícil erradicar, completamente, el sufrimiento y, tendré que conformarme y alegrarme porque sea poco duradero en el tiempo.  

En fin, seguiré con mis reflexiones y mis intentos para cambiar mis creencias, en cada una de las células de mí cuerpo, pero si esto lo llega a leer alguien que sabe o cree saber la respuesta, le estaré, eternamente, agradecido si me da alguna idea.

viernes, 7 de octubre de 2022

Aliviar el dolor

 Miércoles 5 de octubre 2022

 

Sé que es imprescindible algún movimiento para iniciar un camino. Y, también sé que, para llegar al final de ese camino que se ha iniciado, el movimiento debe ser continuo.

¡Uf!, ¡y tan continuo! Yo llevo en él media vida y, aún no vislumbro la meta.

Llevado a la vida, a nuestra vida, el final del camino podría ser llegar a vivir en paz, con serenidad. Si me apuran, podría ir un poco más allá y decir que el final podría ser vivir la felicidad de manera permanente. No me refiero a momentos de euforia o alegría, me refiero a la felicidad plena. Yo, como soy un babau, creo que existe.

La felicidad plena es ese estado de paz interior en el que se sabe que todo está bien como está. Está bien la riqueza y la pobreza, está bien la salud y la enfermedad, está bien la algarabía y la tristeza, está bien la soledad y la compañía, está bien la sonoridad y el silencio. Es ese estado del que nada ni nadie podría sacarte.

Sé otra cosa. Sé que el estímulo que impele al movimiento inicial es, normalmente, el sufrimiento. Sin sufrimiento es difícil que haya movimiento, porque cuando una persona está bien no cambia nada, ¿para qué?, no se mueve, no se inmuta.

Es el sufrimiento, la insatisfacción, la nostalgia y, un sinfín de emociones negativas, las que sacan a la persona de su zona de confort, para encontrar un confort diferente que acabe con la negatividad que la invade.

Pero ese sufrimiento solo debe ser la espoleta para iniciar el movimiento. No se tiene que cargar el sufrimiento durante todo el camino. Y la razón para no cargar el sufrimiento, de manera permanente, es que no existe, que solo es una apreciación mental.

Está claro que la vida de todos está salpicada de eventos que nos hacen daño y que no podemos escapar de ellos. Pero, dependiendo de la capacidad de gestión de las emociones de cada persona, ese daño puede causar más o menos sufrimiento. Si tenemos en cuenta que el evento no tiene, por norma, continuación en el tiempo, mantener el sufrimiento solo depende de la fortaleza mental de la persona. Es cuestión de ella elegir cuanto y como le va a afectar el sufrimiento.

Tengo que reconocer que, a pesar de ser un babau, los sufrimientos que van apareciendo en mi vida, de momento, los voy controlando con mucha dignidad. No es que me resbalen, sin más, no, es que los trabajo.

La oración, la aceptación y la repetición de pensamientos positivos, son las herramientas que, me ayudan a evitar o aliviar el sufrimiento.

Aunque, a veces, pienso que me he pasado, porque mi esposa, más de una vez, me ha recriminado por pasar de puntillas frente a algún problema. Ella dice que no siento ni padezco. Yo creo que sí, lo que pasa que no me regodeo de dolor y sufrimiento.

lunes, 23 de abril de 2018

"Estar en la Gloria"


         




             ¿Por qué sufres? -preguntó el Maestro.

             Por la muerte de mi esposa -le respondió el discípulo.

            Y ¿crees que tu dolor es una buena herramienta para devolverle la vida? -siguió el Maestro.

  Ya sé que nada va a devolverle la vida -replicó el discípulo, un poco molesto.

            Entonces, ¿por qué sufres? -insistió el Maestro.

            Extraño su presencia, y no quiero olvidarme de ella -respondió el discípulo.

          Te propongo un plan: En lugar de pensar en su muerte y en que ya no está a tu lado, piensa en los infinitos momentos de felicidad que pasasteis juntos. Así no la olvidarás, la recordarás con alegría, incrementarás tu amor por ella y disminuirá tu apego, con lo que dejarás de extrañarla. Y por si eso fuera poco, piensa que donde está ahora es mucho mejor todavía que eso que los hombres definís como “Estar en la Gloria” -sentenció el Maestro.



jueves, 13 de julio de 2017

Agradecer para no sufrir

Agradecer a Dios de manera permanente, por amanecer cada día, por el desayuno, por el trabajo, por el sol, por la familia, por tener donde vivir, por abrir un grifo y tener agua, por tener comida en la nevera, en fin, por todo.

El sufrimiento de los hombres, en un porcentaje importante, es debido a las carencias que ellos creen tener, sin embargo, no ocupan su mente ni un segundo en ser conscientes de lo que ya tienen y, por supuesto, no se les ocurre agradecer por todo eso que están disfrutando. Piensan que lo que tienen es porque ellos lo han conseguido, no caen en la cuenta que todo, absolutamente todo, procede de Dios, lo que consideran bueno y lo que consideran malo.

Por lo tanto, sean conscientes de donde procede todo lo que disfrutan en su vida, y agradezcan a Dios por tenerlo. Concéntrense en la abundancia que hay ahora en su vida, no en las carencias.


El agradecimiento abre las puertas del Universo y les pone en situación para seguir recibiendo. Pero recuerden: Dios les va a dar aquello que necesitan, aquello que ya está programado en su Plan de Vida, y no va a llegar aquello que “creen necesitar”, que es justamente por lo que sufren.

Y si eso que “creen necesitar” no está contemplado en su Plan de Vida, no lo van a recibir, por mucho que pidan, recen o practiquen alguna técnica de atracción. Tengan por seguro que si reciben algo es que está contemplado, desde antes de la toma de posesión de su cuerpo, en la planificación de su vida. Sin embargo, aunque esté recogido en su Plan de Vida, pueden no recibirlo, sencillamente porque se están ocupando en pedir imposibles, que no solo no van a recibir, sino que cierran las puertas a lo posible.

Les puede ocurrir que, (a muchas personas les sucede), de manera totalmente inconsciente, por el mero hecho de agradecer y acabar con la ansiedad por la no satisfacción de sus caprichos, guarden en su interior un rayo de esperanza de que, sí van a recibir eso que “creen necesitar”, y al cabo de un cierto tiempo, más bien corto, vuelva la ansiedad porque no se recibe.

No sufran, no han hecho nada mal. Es humano. En ese caso sigan con su trabajo de agradecimiento, hasta que la ansiedad por conseguir “algo”, desaparezca definitivamente.


Tengan en cuenta, que agradecer, ponerse en las manos de Dios y aceptar Su voluntad, es conectar de manera inmediata con el Plan de Vida, lo que equivale a dar un salto cualitativo y cuantitativo en la carrera de la vida para acercarse a Dios.  


lunes, 31 de octubre de 2016

A Dios rogando......

       Es ante la adversidad cuando nos acordamos de Dios. Es entonces cuando recordamos que en su Magnificencia todo lo puede, y levantando los ojos al cielo le hacemos un resumen de nuestra temporal miseria, rogándole que solucione nuestros problemas, o si no tenemos suficiente confianza con Él, acudimos a algunos de los Maestros, Ángeles o Santos, según nuestra particular devoción, pidiendo que interceda por nosotros.

             Está bien. Es bueno que nos acordemos de Dios o de algunos de Sus ayudantes en algún momento, y es normal que eso sea en esos momentos de impotencia, de infortunio, de rabia o de incomprensión, en los que el sufrimiento y el dolor hacen mella en nuestros corazones.

         Pero también sería bueno recordar que no es necesario que le pongamos al día de nuestro dolor, porque Él está al corriente de ese dolor. Como tampoco es necesario que le pidamos aquello que creemos que va a solucionar nuestra desgracia, porque también es conocedor de ese punto.




         Dios sabe todo de todos en todo momento.

      Los seres humanos, sin embargo, no sabemos nada de Dios. En realidad no solo no sabemos nada de Dios, sino que tampoco sabemos nada de nosotros mismos, ni de lo que estamos haciendo en la vida, ni de lo que significan la vida y la muerte, no sabemos casi nada de nada. Lo cual es normal, de Dios solo nos han enseñado un cuento en el que destaca por encima de todo lo duro que puede ser con todos nosotros si no cumplimos los preceptos que nuestros enseñantes consideran prioritarios, abocándonos irremisiblemente a recibir los castigos más terroríficos en caso de cometer, lo que ellos consideran pecado, dependiendo de cuál sea su devota inclinación.

         Ante la presentación que nos hacen de Dios parece lógico y normal que tratemos de vivir a escondidas y a espaldas de Dios, así puede que no se entere de nuestras malas acciones y nos ahorremos algún castigo, ¡pobres infelices! Y también es lógico y normal que ante la impotencia de nuestras propias miserias tratemos de agarrarnos a un clavo ardiendo si fuera necesario, para solucionar lo que consideramos nuestros problemas. Y en este caso el clavo ardiendo puede ser Dios, porque aunque le tengamos olvidado y vivamos a espaldas Suyas casi siempre, a lo mejor, es su misericordia, alivia nuestras penas.

         Pero para desgracia nuestra parece que no escucha nuestras suplicas, ya que los problemas no se solucionan y, a veces, hasta parece que se agrandan. No somos conscientes de que Dios ya nos da, aunque desgraciadamente para nuestro pensar no lo que queremos, sino, afortunadamente para nuestra alma lo que necesitamos.

Continuará...............


lunes, 18 de abril de 2016

El ser humano: Un espécimen raro

PERLAS PARA EL ALMA




Los seres humanos tenemos un punto de masoquismo importante, nos gusta sufrir, ya que a pesar de que digamos que no, los hechos demuestran lo contrario: Nuestra felicidad es el sufrimiento, ya que permanecemos anclados en él un día tras otro, sin hacer absolutamente nada; nuestra felicidad es contar a diestro y siniestro lo mal que nos encontramos, en lugar de trabajar para salir de ese dolor; nuestra felicidad es encontrar los fallos de los demás en lugar de trabajar para eliminar los nuestros. Somos realmente un espécimen raro.


viernes, 5 de febrero de 2016

Yo Soy el origen

El origen de todas las situaciones que se van presentando a lo largo y ancho de nuestra vida es algo pactado de antemano, aparece recogido en nuestro Plan de Vida, y es algo que tiene que pasar si o si. Lo que estas situaciones generan, es decir, nuestras reacciones, es nuestro aprendizaje, eso no está pactado, es el fruto de nuestro libre albedrío.
         En ocasiones, hemos escuchado, y posiblemente nos ha ocurrido a nosotros mismos, arrepentirnos de situaciones en las que nos hemos involucrado y decir “Si no hubiera hecho tal cosa, me habría ahorrado este sufrimiento, o esta pérdida o este desengaño”.


Siempre el origen de “ese sufrimiento” es algo que teníamos que vivir, y no nos habríamos librado de él de ninguna de las maneras. De lo que si nos podríamos haber librado era del sufrimiento, porque ahí estaba la lección, vivir sin el dolor, vivir aceptando, vivir desligándonos de la materia, vivir como seres espirituales, vivir como hijos de Dios.
Sin embargo, si el origen de alguna situación es algo que nos produce placer, paz o alegría, es seguro que nunca nos vamos a arrepentir de haber elegido ese camino. Pues hemos de saber y aceptar que tanto el origen de lo que produce dolor como el origen de lo que produce placer tienen la misma fuente: Nosotros mismos.
Cuanto antes entendamos y aceptemos que únicamente nosotros somos responsables de todo lo que nos ocurre mejor será, ya que eso nos permitirá dar un salto cualitativo y cuantitativo importante para la finalización de nuestro deambular por la materia.
Las situaciones generadas por el origen inicial van a devenir en otros orígenes para nuevas situaciones que serán distintos según sean nuestras propias reacciones. Estos nuevos orígenes también se encuentran en nuestro Plan de Vida, porque el origen de una primera situación puede resolverse de diferentes maneras y al final de cada manera hay un nuevo principio, hay un nuevo origen.

Si el camino elegido para vivir la situación presentada no es el correcto, es decir que solo sufrimos sin asumir el aprendizaje, esa situación se va a repetir una y otra vez hasta que se haya aprobado la asignatura, hasta que se haya asumido e integrado el aprendizaje.


sábado, 12 de diciembre de 2015

¿Por qué no somos felices? (1 de 2)


Pues no somos felices por nuestra mala memoria. Al olvidar los seres humanos quienes somos, nos hemos separado de Dios. Pero no sólo nos hemos separado de Dios, no hemos separado los unos de los otros. La separación genera conflicto, la separación genera sufrimiento, la separación es el germen de las guerras.

Nos hemos separado tanto y, llevamos tanto tiempo separados, que nos creemos seres independientes, casi con el objetivo de cuidar y defender lo que consideramos nuestro. Criticamos, juzgamos y atacamos más o menos solapadamente a todo lo que es diferente: Diferente creencia, diferente religión, diferente opción política, diferente nacionalidad, diferente tendencia sexual, diferente color de piel, diferente cultura, en fin, todo lo que sea diferente se encuentra en nuestro punto de mira.

¡Qué ironía!, y resulta que todos somos iguales, que todos somos lo mismo, y buscamos la diferencia en el ropaje que envuelve al alma, en el cuerpo, que es nuestra envoltura con fecha de caducidad.


Es muy posible, que un importante porcentaje de personas ya sepan, porque se lo han enseñado alguna de las múltiples religiones que abundan en la Tierra, que somos Hijos de Dios. Pero sirve de poco porque es un conocimiento meramente intelectual, para nada integrado en la persona, con lo cual su vida no se desarrolla bajo el paradigma del ser espiritual, sino en la densidad de la materia.

Cuando las religiones cuentan que somos Hijos de Dios, es muy posible que ni ellos mismos, los enseñantes, lleguen a entender la grandeza de lo que están diciendo y que para ellos sea como para sus feligreses una frase bonita que ahí queda, sin llegar a entender realmente su significado.

Si existieran los cromosomas espirituales, ser Hijos de Dios quiere decir que llevamos Su herencia genética.

Ya es momento de avanzar en pos de nuestra verdadera identidad, ya es momento de empezar a reconocer al hermano, ya es momento para dejar de sufrir,  ya es momento de adentrarnos en el camino que nos conduce a Dios.

             Hablar de adentrarnos en el camino que nos conduce a Dios es plantear una nueva manera de vivir, es llegar a vivir como lo que somos, como Hijos de Dios.

            Alguien podría pensar que estamos planteando una vida monacal o una vida de soledad, retiro y oración. Nada más lejos de la realidad, vivir como Hijos de Dios significa mantener la misma vida física pero muy diferente en cuanto a pensamientos y emociones.

            Vivir como Hijos de Dios implica una vida de Amor, no una vida de miedo; una vida de alegría, no una vida de tristeza; una vida de paz, no una vida de ansiedad; una vida de felicidad, no una vida de sufrimiento; una vida de servicio, no una vida de egoísmo. Vivir como Hijos de Dios no está reñido con el trabajo, ni con la familia, ni con el dinero, ni con las vacaciones, ni con los amigos, ni con las fiestas. Pero si está reñido con no cumplir los compromisos, con no cumplir la palabra, con la mentira, con la falta de respeto, con la pereza, con la corrupción, con la infidelidad, con la maldad, con la traición, con la crítica, con los falsos testimonios, con el abuso de poder, y otros  muchos males que son moneda de cambio en nuestra sociedad actual.

 Vivir como Hijos de Dios implica justamente lo contrario de las vidas anodinas que mantienen sobre la Tierra cientos de millones de personas.

Vivir como Hijos de Dios supone madurar y dejar de comportarse como bebés, supone una expansión de la conciencia y supone, también, construir el carácter.




jueves, 3 de diciembre de 2015

Guías para la vida física (y 2)


Qué diferente sería la vida si nos enseñaran desde la cuna que somos hijos de Dios, que venimos de Él y a Él hemos de retornar. Qué diferente sería la vida si nos enseñaran desde la cuna que todos somos hermanos. Que diferente sería la vida si nos enseñaran a amar, a compartir, a aceptar y a respetar. Es muy posible que no hubiera guerras, que no hubiera hambre, que no hubiera discriminación, y todos nos ahorraríamos un buen número de encarnaciones que en la actualidad resultan inútiles o con un ínfimo crecimiento.

Pero no es así, y el camino, ya de por sí difícil de recorrer, se nos hace también difícil de encontrar. ¡Qué difícil nos lo hemos puesto! Los seres humanos tenemos un punto de masoquismo importante, nos gusta sufrir, ya que a pesar de que digamos que no, los hechos demuestran lo contrario: Nuestra felicidad es el sufrimiento, ya que permanecemos anclados en él un día tras otro, sin hacer absolutamente nada; nuestra felicidad es contar a diestro y siniestro lo mal que nos encontramos, en lugar de trabajar para salir de ese dolor; nuestra felicidad es encontrar los fallos de los demás en lugar de trabajar para eliminar los nuestros. Somos realmente un espécimen raro.

El caso es que después de muchas vidas de sufrimiento, algo dentro de nosotros nos dice que “a lo mejor hay otra forma de vivir”, porque nos lo cuentan otros o porque leemos algo que llama nuestra atención, y a partir de ahí comienza a desempolvarse el recuerdo.

Ese trabajo de recordar quienes somos, lo podemos hacer solos o en compañía. Con independencia de que el camino lo hemos de recorrer en soledad, podemos tener algún instructor que nos indique cuales son los pasos a seguir.




De la misma manera que un guía turístico tiene que conocer el camino, las peculiaridades, los monumentos, los lugares donde poder hacer las necesidades físicas, las tiendas para comprar recuerdos y los museos de aquello que va a mostrar a sus acompañantes, de la misma manera que el maestro de escuela o el profesor de universidad tienen que haber demostrado sus conocimientos para ejercer sus profesiones y conseguir una plaza, los guías espirituales también tienen que haber recorrido el mismo camino que van a enseñar a los que se van a iniciar en el camino de vuelta a Dios.

Pero como en ese camino de retorno a la casa del Padre hay múltiples estaciones, es normal que los guías estén especializados en cada una de las distintas etapas del recorrido.

Hemos de tener presente que todos los que estamos en la vida estamos recorriendo el mismo camino, los guías también. Ninguno de ellos ha realizado el camino en su totalidad, pero si es necesario que para enseñar un tramo lo haya recorrido, si por ejemplo, el camino tuviera veinte tramos, el guía que nos enseñe el tramo número quince, lo normal es que él ya haya pasado por ese tramo, para conocer cuáles son los puntos en los que se van a encontrar las mayores dificultades, para conocer las bondades de ese tramo, para conocer como enlazar con el tramo siguiente.

Ya tenemos claro que el camino no se recorre en una sola vida, y que necesitamos cientos de vidas para encontrarlo y unas cuantas más para transitarlo. Por eso, en cada vida nos vamos a encontrar con uno o varios maestros, que puede que nos parezcan definitivos, pero que por supuesto no lo son; puede incluso que ellos mismos crean que son auténticos maestros. Desconfiad de los que se presentan como tal.

Se conoce a un auténtico maestro, a un maestro definitivo porque su cualidad es el Amor. El Amor en todas las facetas de su vida tanto en su vida pública como en su vida privada. Existen, pero se pueden contar con los dedos de una mano y no es habitual encontrárselos en mitad de la calle. De cualquier forma, no todos estamos preparados para tener un maestro así. Si que podemos escuchar sus palabras, recibir sus conocimientos, leer sus libros o sentir su energía, asistiendo a algún encuentro con ellos, pero no será definitivo para nosotros porque nuestro trabajo es muy posible que se esté desarrollando en otro tramo del camino, lejos de la última etapa.

Mientras tanto sigamos trabajando y siguiendo las instrucciones de los guías de “mitad del camino”, en las clases de yoga, asistiendo a encuentros de oración o meditación, realizando cursos y talleres, leyendo. Pero sin descuidar ni un solo día nuestra práctica personal. Nuestra práctica es la auténtica maestra porque es ella la que nos va a llevar en volandas a la finalización del camino en la vida física.