El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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sábado, 19 de marzo de 2016

Yo Soy el alma

Los que nos asomamos a esta ventana, a estas alturas del viaje ya somos totalmente conscientes de que somos un alma.

Es cierto que es imposible mantener esa conciencia de ser alma de manera permanente en nuestra mente, que es a fin de cuentas el vehículo que nos sirve de transporte para desplazarnos a lo largo y ancho de nuestra vida, pero en condiciones normales, de vez en cuando, durante nuestro día, son varias las oportunidades, que por una u otra razón, nos acercan al pensamiento de que somos alma.

También somos conscientes de que “somos lo que pensamos”. Lo cual quiere decir que cada vez que pensamos que somos un alma, si somos capaces de mantener ese pensamiento durante un cierto periodo de tiempo actuaremos como almas, es decir, con todos los atributos que son inherentes al alma.



Según Alice Bailey, en su libro “Alma, cualidad de la vida”, las características del alma son: Inclusividad, amor, alegría, felicidad, participación, soledad, indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma interna y responsabilidad.

Hemos de tener presente que un hecho que se repite con frecuencia se convierte en un hábito, en una costumbre. El pensamiento es energía, la emoción es energía, los sentimientos son energía, cada vez que se repiten se genera la misma energía, y esta se va acumulando en los chakras, en el campo energético, y hasta en cada célula del cuerpo.

Nosotros somos la energía que hay en nuestros chakras. Cada vez que pensamos y sentimos que somos el alma, añadimos un plus de la energía del alma y de sus atributos a nuestra aura, a nuestros chakras y también a cada célula física de nuestro cuerpo. Pensar y llegar a sentir que somos el alma nos va a hacer actuar desde ella, pensar y llegar a sentir que somos el alma nos acerca a Dios, que es nuestro destino final.

El objetivo es actuar en nuestra vida de manera inconsciente desde el alma y de que ese actuar sea nuestro estado habitual. Para eso todo nuestro campo energético ha de estar impregnado de la energía del alma, y de momento, la única opción que tenemos para mantener el pensamiento de que somos el alma, es haciéndolo conscientemente.


YO SOY EL ALMA.


lunes, 20 de abril de 2015

Involución y evolución


            En nuestra vida en la materia, casi todos los seres humanos nos movemos bajo los mismos parámetros, motivados por nuestras creencias y por nuestros deseos, sin embargo, esto no es al cien por cien en todos los aspectos de nuestra vida. En la vida material si es así, pero no lo es en la vida espiritual.
            Me explico: Creemos que para tener una casa hay que tener dinero, lo cual es cierto, por lo tanto, si tenemos el deseo de poseer una casa nuestras acciones irán encaminadas a la consecución del dinero necesario: trabajar más, ahorrar más, pedir un préstamo o incluso los hay que podrían robar para conseguirlo. Sin embargo, hay un ejemplo claro de que en nuestra vida espiritual no es así: Creemos en Dios, sabemos que Dios es Amor, todos queremos el Amor, pero no movemos ni un dedo para acercarnos a Dios, ni para tener ese Amor, con el resultado que todos conocemos, y que es lo que hay en nuestra sociedad por la falta de Amor: guerras, hambre, corrupción, asesinatos, engaños, y un largo etcétera que lo único que demuestra es que en nuestra sociedad no existe la característica que nos define como “humanos”, ya que estamos regidos, sencillamente, por la animalidad, por los instintos y por los deseos materiales.
            Reflexionando sobre esto, me hago cruces de cómo los seres humanos que estamos en posesión de la formula de la felicidad, no solo no la aplicamos, sino que hacemos todo lo contrario, hasta llegar, en algunos casos a enfermar de tristeza, aunque ya es, por sí sola, suficiente enfermedad la tristeza.
            En la actualidad, vivimos una paradoja: Tenemos una mente racional, que tiene la capacidad de pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios para satisfacer algún objetivo o finalidad y, sin embargo, pensamos, evaluamos, entendemos y actuamos en contra de nuestros objetivo primordial, el objetivo de ser felices. 
Los seres humanos podemos usar la razón para evaluar la mejor manera de alcanzar un determinado objetivo, aunque también podemos tomar decisiones o idear comportamientos donde la racionalidad no parece el principal factor. Estas decisiones o comportamientos, adjetivadas a veces como "irracionales" en realidad esconden frecuentemente aspectos de racionalidad limitada, animalidad o aspectos de imitación social otras veces. Algunas conductas humanas parecen completamente "irracionales”. Sobre todo las referidas a los aspectos espirituales del ser humano.
Somos una máquina perfecta que actúa de manera imperfecta. Nuestra mente que es de una perfección sublime, elabora productos que son vomitivos en el noventa por ciento de los casos.
¿Siempre habrá sido igual o en algún momento, después de nuestra creación habremos sido realmente racionales al cien por cien, para conseguir nuestros objetivos más importantes: la paz, la serenidad, la alegría, la felicidad y el amor?
Si nos atenemos a la historia que conocemos, desde nuestra vida en las cavernas hasta nuestros días, si, no hay duda, siempre ha sido así. Pero parece ser, según afirman los teósofos que somos la cuarta y quinta raza, (la palabra raza aquí no tiene nada que ver con los cuatro grandes grupos étnicos en que se suele dividir la especie humana). O mejor, para no confundirnos con la palabra raza, usaremos la segunda acepción que utiliza Arthur Powell en su libro “El Sistema Solar”, “etapa evolutiva”.
 
Según Arthur Powell “a través de todas las fases de nuestro Sistema hay un principio fundamental que se repite una y otra vez en muchos niveles diferentes. Este principio debe captarse claramente porque es el hilo de Ariadna para todo el laberinto y comprende las siete grandes etapas de la Involución y la Evolución.
En nuestro actual período global, las siete Razas-Raíces son las siguientes:
Primera Raza-Raíz. Esta se llama Raza Etérica porque no poseía cuerpos más densos que el etérico. Esta raza desapareció de la Tierra hace tiempo.
Segunda Raza-Raíz. Esta es la Raza hiperbórea: tenía cuerpos físicos, y ocupaba un continente, llamado Plaksha, en el Norte del globo. También desapareció de la Tierra.
Tercera Raza-Raíz. Esta, la Raza Lemuriana, ocupaba el continente de Lemuria o Shálmali, como se la denomina en historia antigua. Hablando a grandes rasgos, éste fue un gran continente del Pacífico, en el Mar del Sur. La raza es la negroide, y algunos de sus descendientes todavía existen, aunque en la actualidad muy mezclados con progenies de razas posteriores.
Cuarta Raza-Raíz. Esta, la Raza Atlántica, habitaba el Continente de la Atlántida, o Kusha, en su mayor parte desaparecido debajo del Océano Atlántico. La mayoría de los habitantes actuales de la Tierra pertenece hoy en día a esta raza.
Quinta Raza-Raíz. Esta es la Raza Aria, e incluye en la actualidad a los miembros más avanzados de los habitantes de la Tierra.
Sexta Raza-Raíz. Esta Raza aún no existe, aunque aparecerá dentro de poco. Está destinada a ocupar un nuevo continente, que ya empezó a surgir, fragmento a fragmento, en el Pacífico.
Séptima Raza-Raíz. Esta Raza seguirá a la sexta, y será la última que aparecerá en la Tierra en este ciclo o ronda. Nada se sabe todavía del continente que ocupará aunque a veces se le dé el nombre de Pushkara”.
Sobre las etapas de Involución y Evolución a que hace referencia Arthur Powell: “Durante tres etapas el Espíritu desciende en la Materia: la Vida involuciona en la Forma; la cuarta etapa es la del conflicto entre el Espíritu y la Materia, entre la Vida y la Forma; durante las tres etapas restantes el Espíritu asciende: la Vida evoluciona a través de (y desde) la Forma”.
Por lo tanto, parece que no somos así desde la Creación, hemos ido primero involucionando hacia la materia desde la Chispa Divina que somos, encontrándonos ahora en un punto álgido, punto de conflicto entre el Espíritu y la materia, lo cual explica nuestro irracional comportamiento. Para que una vez superado el conflicto, se eleve el Espíritu hacia Dios.
Pero esto no debe conformarnos. “Ah, estamos en la etapa de conflicto, es normal sufrir”, no, porque en algún momento el Espíritu ha de vencer a la materia. Es seguro que millones y millones de los que ahora pueblan la Tierra no están preparados para eso, pero otros muchos si, y lo realmente triste es que de todos los que están preparados, (los que estáis leyendo esto lo estáis), no den un salto cualitativo en su vida para vivir la vida del Espíritu.
Pienso que una buena manera de conseguirlo es vivir como si el Alma ya hubiera vencido a la materia, amando, respetando a todos, ayudando a quien lo necesita, tolerando las diferencias, comprendiendo las razones de los otros. A fin de cuentas la batalla entre el Espíritu y la materia la hemos de ganar cada uno de nosotros, nada nos va a ser dado, por muchas puertas energéticas que se abran, el trabajo es únicamente nuestro.

miércoles, 2 de julio de 2014

Buscar lo inexistente en lugares equivocados


            Los seres humanos somos especialistas en buscar cosas que no existen, o mejor, que no se pueden ver ni tocar, y además solemos hacerlo en los lugares equivocados. Podríamos pensar que somos majaderos, pero a lo peor no lo somos, porque es algo que hacemos todos los seres humanos, y tantas personas no podemos estar equivocadas, ¿O sí?
            Y, ¿Qué es eso inexistente que los seres humanos buscamos con tanto ahínco en los lugares equivocados?, pues yo diría que casi todo, pero básicamente el amor y la felicidad, así como todo tipo de emociones, sentimientos o energías, es decir todo aquello que no es material, por citar algunas más: alegría, paz, serenidad, conocimiento. Por lo tanto, si no es material, no se ve, y en la sociedad de hoy, “lo que no se ve, no existe”.
            Y es precisamente, todo esto que no se ve, todo esto que no es material, lo que buscamos, ¿Dónde?, en el mundo de la materia. Es decir, el lugar equivocado.
 
            Las emociones, las energías y los sentimientos, no son cosas externas, no son materiales, no se ven. Son cosas del espíritu, y el espíritu, para encontrarlo, para encontrar lo que hay en él y para conectar con él, se ha de viajar hacia el interior de uno mismo. Por lo tanto si realmente queremos encontrar cosas como el amor, la felicidad, la alegría, la paz, etc., etc., no podemos buscarlas fuera de nosotros mismos, porque es el lugar equivocado, y si alguien cree que lo ha encontrado fuera de sí, se engaña, solo es un sucedáneo con caducidad en el tiempo, mientras que si realmente se encuentra donde debe de ser, en uno mismo, se va a encontrar con algo auténtico que va a permanecer en el tiempo, que va a permanecer por los siglos de los siglos.
            Deja de vivir hacia fuera, deja de vivir hacia el exterior. No busques fama, no busques poder, no busques reconocimiento, porque es tan efímero como un suspiro. No busque posesiones, no busques nada material, a excepción de lo necesario para poder vivir, porque esas pertenencias no son equipaje que tu alma, que es la que está realizando los viajes de un lado al otro de la vida, se va a llevar. Sólo se va a llevar las pertenencias que hayas encontrado en tu espíritu.
 

viernes, 13 de junio de 2014

Cambia tu realidad


                El Libro de Oro de Saint Germain, (cuya lectura recomiendo), comienza diciendo que “La Vida, en todas sus actividades, donde quiera que ella se manifieste, es Dios en acción. Es por la falta de conocimientos en la forma de aplicar el pensamiento-sentimiento, que los seres humanos están siempre interrumpiéndole el paso a la Esencia de la Vida. De no ser por esa razón, la Vida expresaría su perfección con toda naturalidad y en todas partes.
            La tendencia natural de la Vida es Amor, Paz, Belleza, Armonía y Opulencia. A ella le es indiferente quien la use y continuamente está surgiendo para manifestar de más en más su perfección, y siempre con ese impulso vivificador que le es inherente.
            YO SOY es la actividad de la Vida. Cuando decimos YO SOY, sintiéndolo, abrimos la fuente de la Vida Eterna para que corra sin obstáculos a lo largo de su curso; en otras palabras, le abrimos la puerta ancha a su flujo natural”.
            ¿Cómo funciona el pensamiento, que es capaz de impedir el paso a la Esencia de la Vida, a la perfección de la Vida diseñada por Dios, a la Esencia Divina o a la manifestación de Dios en todos los aspectos de la Vida?
Los pensamientos no aparecen porque sí en el cerebro. Los pensamientos son como nubecitas que se encuentran alojados en una de las capas del aura, concretamente en una que se denomina cuerpo mental, y es en él donde se desarrollan los poderes de la mente, donde se desarrollan los pensamientos, incluso la memoria y la imaginación.
Todas las personas tenemos, prácticamente, los mismos pensamientos en el cuerpo mental, con diferencias de matices. Con un ejemplo veremos claro cuáles son esos matices. El pensamiento de divinidad para un cristiano será Jesús, mientras que para un budista será Buda, o para un hinduista será Krishna. Sin embargo, el pensamiento de divinidad estará inherente en los tres.
La pregunta lógica sería: ¿Si todos tenemos alojados en nuestro cuerpo mental los mismos pensamientos, porque unas personas tienen pensamientos que les llevan al sufrimiento y otras personas, (las menos), tienen pensamientos que les llevan a la felicidad?
 
Los pensamientos se denominan formas de pensamiento, y para expresarse viaja el pensamiento desde el cuerpo mental hasta el cerebro. Cada vez que tenemos un pensamiento se genera una energía que viene determinada por el tipo de pensamiento. Esa energía, por un lado, afecta al cuerpo emocional de la persona generando un sentimiento o una emoción determinada, y por otro lado engorda a la forma de pensamiento original.
No es necesario decir, que cualquier emoción tiene su inicio en el pensamiento. Ansiedad, estrés, miedo, tristeza, alegría, carencias, etc., etc., son solamente producto de nuestro pensamiento. Y son justamente nuestra colección de emociones las que determinan la vida. Son esas emociones las que bloquean el libre fluir de la tendencia natural de la Vida, que decíamos al principio que es Amor, Paz, Belleza, Armonía y Opulencia.
Pero aun hay más. La forma de pensamiento se va haciendo mayor cada vez que tenemos el mismo pensamiento. Puede llegar a crecer hasta tal punto que se forme lo que se denomina entidad de pensamiento. La entidad de pensamiento tiene conciencia propia, una conciencia muy rudimentaria  que la hace querer vivir. Y para vivir, su alimento es la energía que se genera cada vez que se tiene el mismo pensamiento, por lo que la entidad de pensamiento va a descargarse en el cerebro de manera persistente para que se genere la energía que necesita para su existencia. Los pensamientos circulares, los pensamientos repetitivos, los pensamientos obsesivos, sólo son entidades de pensamiento.
Por supuesto la energía generada se va acumulando en el cuerpo emocional de la persona, llegando, con el tiempo, a afectar físicamente a la persona. Nuestra salud también es fruto de nuestros pensamientos.
Decir, “no sé”, “no puedo”, “no tengo”, “estoy enfermo”, y frases similares son una especie de grilletes que le vamos poniendo a nuestra vida. Y la vida, ante nuestra insistencia se encarga de que no sepamos, de que no podamos, de que no tengamos o de que enferme nuestro cuerpo.
¿Qué hacer para cambiar la tendencia?, ¿Qué hacer para que la Vida se manifieste en toda su grandeza? Pues…. CAMBIAR EL PENSAMIENTO.
 Pero, ¡Es tan difícil cambiar el pensamiento!, el pensamiento no se puede cambiar de la noche a la mañana, porque los pensamientos a los que estamos habituados viajan al cerebro una y otra vez, a pesar de todos nuestros esfuerzos para que eso no suceda, por lo tanto, para cambiar los pensamientos, que llegan de manera inconsciente, hemos de hacerlo conscientemente.
Hemos de dejar de dar poder a las condiciones exteriores, hemos de dejar de dar poder a personas, a lugares, a cosas, a deseos, a creencias, y darle el poder a quien lo tiene realmente, hemos de reconocer y aceptar la presencia de Dios, ya que El es todo salud, todo amor, todo abundancia, todo paz. Y la manera de hacerlo es repetir en nuestro interior machaconamente, YO SOY, o YO SOY HIJO DE DIOS. No se trata de repetirlo una, dos ó tres veces, se trata de repetirlo horas si realmente queremos cambiar la dinámica de nuestra vida. Hemos de tener en cuenta que hemos de invertir la fuerza de pensamientos que llevan con nosotros toda una vida.
YO SOY es Dios en acción, y cuando pensamos YO SOY significa que sabemos que tenemos a Dios trabajando y expresándose en nuestra vida.
Se trata de formar entidades de pensamientos positivas, entidades de pensamiento de alta vibración, que como las negativas también quieren vivir y se van a descargar en el cerebro para expresarse una y otra vez. Sin embargo, hasta que eso suceda, hemos de trabajar de manera consciente para hacer que las entidades negativas vayan perdiendo poder.
¡Adelante! y ¡Suerte!

 

martes, 10 de junio de 2014

Vivir desde el corazón (1 y 2)


            Nuestra vida diaria está regida por los pensamientos. Nos movemos, actuamos y sentimos en función de lo que va apareciendo en nuestra mente. Nuestra mente no se detiene ni un momento, hasta el extremo de que no nos comportamos como lo que realmente somos, sino que nos comportamos como pensamos que deberíamos ser, en función del entorno en el que nos encontremos. De alguna manera, nos pasamos la vida actuando, somos actores de la vida, no nos manifestamos tal como somos, sino como nos gustaría ser, como les gustaría a nuestros padres que fuéramos, como les gustaría a nuestros educadores, como le gustaría a nuestro jefe, a nuestros amigos o a nuestra pareja.
            En definitiva, son pocos los momentos de nuestra vida en los que nos podemos considerar auténticos. La mente dirige, por completo, nuestra existencia, siempre de manera errática, siempre de manera crítica.
            Nuestros pensamientos están dirigidos y gobernados por el pensamiento social, están regidos por las normas y las creencias que la sociedad impone. Y en la sociedad que nos hemos dado, es muy fácil sentirse solos en nuestra realidad, porque la mente, desde donde vivimos, es la que nos dice que existe separación entre nosotros y todo lo demás, y eso no es más que una ilusión, una fantasía, una mentira, ya que la realidad es que todos y todo somos uno. Ser uno con todo y con todos, quiere decir que yo no soy mejor, pero tampoco soy peor, ni tan siquiera soy igual, sencillamente soy uno, soy lo mismo.
            Los estímulos que nos rodean nos mantienen dentro de nuestra propia mente, nos mantienen a merced de la mente, la cual siempre está juzgando todo lo que estamos percibiendo en nuestro entorno. Esta mente crítica, esta mente que juzga de manera permanente, hace que aparezca en nuestra conciencia sentimientos como la vergüenza, o la soberbia, o la envidia, por citar solo algunos, y si aparecen en nuestra conciencia, es eso exactamente lo que vamos a vivir y va a ser esa la forma de cómo vamos a sentirnos.
            La vida no es eso, hay que acercarse a la vida y a todas las circunstancias que la rodean con calma y con tranquilidad, aceptando la vida tal cual es, aceptándonos nosotros mismos tal como somos, viviendo y siendo conscientes de las experiencias que nos toca vivir en cada instante, sin buscar escapar del momento presente ni de los sentimientos que cada experiencia genera. Todo lo que buscamos lo vamos a encontrar en el momento presente, porque es ahí donde reside la verdad de lo que estamos buscando, y ninguna experiencia es ni buena ni mala, solo es.
            Pero como vamos a conseguir eso cuando toda nuestra educación y nuestras creencias nos llevan directamente a la mente. Pues lo vamos a conseguir trasladándonos de vivir desde el espacio de la mente a vivir en el espacio del corazón. Podríamos decir que se trata de vivir una vida más espiritual, no porque tenga que ver con ninguna religión, las religiones son tan culpables de nuestra sinrazón como el resto de la sociedad. Es vivir una vida más espiritual porque se trata de darle más chance al espíritu que a la mente, se trata de vivir desde el corazón que es el abanderado del alma y dejar de lado la mente que es la abanderada del cuerpo.
Esto que predican con tanta insistencia las enseñanzas de la nueva era, o los gurús de los libros de autoayuda, es más difícil de practicar de lo que parece. Si fuera fácil todos viviríamos desde el corazón y no serían necesarios más libros, más cursos, más conferencias, más nada.
Vivir una vida más espiritual, es decir, vivir desde el corazón, no significa saber más, leer más, tener más conocimiento, retirarse a una cueva o hacer una vida monacal. Sólo se trata de amar más, así de fácil es la teoría, la práctica no lo es tanto.
Vivir desde el corazón es vivir la libertad, es vivir la eternidad, es vivir la alegría, es vivir la felicidad, es vivir el amor, es vivir la divinidad. Vivir desde el corazón es dejar que el corazón hable su propia verdad, es dejar que exprese su propia sabiduría, es dejar que nos ayude a tomar decisiones en nuestra vida diaria, ya que siempre nos va a decir cuál es la respuesta y cual la dirección correcta. Vivir desde el corazón es estar completamente presente, y convertirse en la personificación del amor, de la ecuanimidad, y de la libertad. Vivir desde el corazón es el estado natural y auténtico del alma que ha decidido encarnar, y si no lo vivimos así, es porque hemos sido enseñados y condicionados para vivir lejos del corazón.
Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para conseguir el silencio sólo hay que meditar.

Pero ya es bastante difícil la meditación, como para mantenerla horas, todas las horas del día en que nos mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y poder gozar de la sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto, tendremos que hacer algo más.
Las herramientas necesarias para vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la atención, la voluntad, y la paciencia.
Es una paradoja, pero necesitamos la mente para dominar a la mente. Necesitamos atención para observar a la mente, necesitamos, como para todo en la vida, ya sea física o espiritual, voluntad para volver al trabajo una y otra vez, cada vez que esta se distraiga, y necesitamos paciencia para llegar al final del camino: el corazón.
Sobre todo recuerda que cualquier camino que quieras recorrer comienza con un primer paso, y que con ese primer paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida física menos de un metro. No quieras con ese primer paso llegar al final del camino. No, el camino ha de recorrerse con tranquilidad y con perseverancia, teniendo claro que buscas, y volviendo al camino cada vez que los acontecimientos te separen de él.
Con todo esto claro, ya solo queda comenzar a caminar:
Lo primero que has de hacer es meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos si no tienes práctica, y vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los treinta minutos diarios. Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces búscate alguna con la que te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer la meditación de Kundalini-Yoga para una mente neutral que viene a continuación.
 
Durante todo tu día, lleva la atención a tu respiración, siente el aire entrando por tus fosas nasales, siente como se expande tu abdomen, siente después como sale el aire y como se relaja tu abdomen, e imagina que estás respirando desde el corazón. Si aun no has adquirido una práctica meditativa, a la tercera respiración, tu mente ya se habrá distraído, para esto necesitas, una vez que seas consciente de tu distracción, voluntad para volver tu atención a la respiración. Haz esto durante todo el tiempo que puedas permanecer consciente.
Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor.
La intuición es la voz del corazón. Es un murmullo constante. Sentirla es una señal clara de que la mente comienza a serenarse, ya que el ruido de la mente impide sentir cualquier otra cosa y aun menos un simple murmullo. Si llegar a sentirlo, hazle caso, no dejes que la mente analice ese murmullo, ya que sino, esta se encargará de desprestigiar a la intuición. Te va a decir que debes de seguir su lógica, ya que es la lógica lo que la sociedad espera que sigas. Sin embargo, la intuición es la voz del Yo Superior, es la voz del alma, y no hay nada más objetivo, ya que no está contaminada por las propias creencias, ni por los juicios que la sociedad está pronta a sentenciar.
Ecuanimidad es encarar la vida, con todas sus vicisitudes, en calma y con tranquilidad, sin perturbar la mente. Vivir desde el corazón es vivir la ecuanimidad, “todo está bien”. Para aprender a vivir desde el corazón se consciente de tus críticas. Desde una mente crítica es imposible vivir la ecuanimidad. Cuando entras en contacto con otras personas, has de tener muy claro que tus ideas, tus opiniones, tus creencias, no están en competencia con las ideas, opiniones y creencias de los otros, sino que todas tienen el mismo valor para Dios, se complementan, se enriquecen. En la ecuanimidad vas a entender y a respetar las creencias de los otros. Vas sencillamente a valorar, a apreciar y a respetar al otro.
Vivir desde el corazón, es vivir el desapego. El desapego no es un alejamiento frío, hostil; no es una manera robótica de ir por la vida, absortos, y totalmente indiferentes a la gente y a los problemas; no es una actitud de inocente dicha infantil; ni un desentendimiento de lo que son nuestras verdaderas responsabilidades hacia nosotros mismos y hacia los demás; ni una ruptura en nuestras relaciones.
Desapegarse es liberarse o apartarse de una persona o de un problema con amor. Viviendo la propia vida al máximo de capacidad y luchando para discernir qué es lo que se puede cambiar y que no. Si no se puede solucionar un problema después de intentarlo seriamente, hay que aprender a vivir con ese problema o a pesar de él. Y tratando de vivir felices, concentrándose en lo que de bueno tiene la vida hoy, y sintiendo agradecimiento por ello. Aprendiendo la mágica lección de sacarle el máximo provecho a lo que de bueno tiene la vida, ya que eso multiplica lo bueno en la vida.
El desapego implica " vivir el momento presente", vivir en el aquí y en el ahora. Permitiendo que en la vida las cosas se den por sí solas en lugar de forzarlas y tratar de controlarlas. Renunciando a los remordimientos del pasado y a los miedos por el futuro. Sacando el mayor provecho a cada día, aceptando la realidad, aceptando los hechos, aceptando y adentrándose en las experiencias. Requiere fe en uno mismo, en Dios, en otras personas, en el orden natural y en el destino de las cosas en este mundo.
Confía en que todo está bien a pesar de los conflictos. Confía en que Dios sabe más que tu, y ha dispuesto lo que está sucediendo, y que puede hacer mucho más por resolver el problema que tu. De modo que trata de no estorbar en su camino y dejar que Él lo haga.
Las recompensas que brinda el desapego son muchas: serenidad, una profunda sensación de paz interior, la capacidad de dar y recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a los problemas.
El corazón es compasión. Vivir la compasión es vivir la unidad. La alegría de otras gentes es la propia, el sufrimiento de otras gentes es el propio sufrimiento, la historia de otras gentes es la propia historia. La compasión acaba con la separación, liberando de la ilusión de la propia experiencia individual. 
Vivir la compasión es escuchar y comprender a otras personas profundamente, lo cual ayuda a perdonar y a dejar atrás los juicios, ya que el juicio es un proceso de la mente y mientras que la comprensión lo es del corazón. Así que cuando estés con otras personas aprovecha la oportunidad para escuchar atentamente, para comprenderlas, sin juzgarlas. De esta manera te vas a convertir en el amor que buscas.
Y ama. Empieza por ti. Amaté, respétate, valórate, acéptate. Para aprender a amar utiliza la Regla de Oro: “Da a los demás lo que quieres para ti”. “No desees para los demás lo que no deseas para ti”.
Acuérdate de ser feliz.

domingo, 5 de enero de 2014

Siempre hay una salida, ¡No te preocupes!


Comienza a manifestarse la madurez
cuando sentimos que nuestra preocupación
es mayor por los demás que por nosotros mismos.
                                                                           Albert Einstein
Una preocupación es un proceso mental, proceso en el que la mente permanece, casi de manera constante, dando vueltas a un mismo tema, con ínfimas variaciones, y sin querer encontrar una solución.
Es claro que la mente no quiere encontrar ninguna solución, porque si la encontrara, en ese momento, se acabaría la preocupación, y la mente dejaría de tener el control.
En los momentos de preocupación, la persona no tiene ningún poder sobre sí misma, ya que todo el poder lo ostenta, en ese momento, la mente.
La preocupación se alimenta por sucesos acaecidos en el pasado, por problemas presentados en el presente, o por la incertidumbre sobre deseos del futuro.
En cualquiera de los tres casos, la preocupación consume una gran cantidad de energía, afecta de manera negativa al sistema nervioso, mantiene a la persona irritable y malhumorada, y a la mente ocupada hasta el extremo de nublarse completamente, y perder la capacidad de raciocinio, encontrándose fuera de la realidad.
No es necesario decir que darle vueltas y más vueltas a un suceso pasado, no cambia en absoluto dicho suceso, no hay vuelta atrás, no tenemos poder para retroceder en el tiempo. Lo hecho, hecho está. En este caso solo queda la aceptación, asumir el hecho, e integrar la enseñanza.  De la misma manera, obsesionarse con lo que pueda pasar en un futuro, no va a llevar a la persona a buen puerto, y posiblemente afecte negativamente en la consecución del deseo, sobre todo si el pensamiento va encaminado en una dirección negativa. Recordar que energías iguales se atraen.
Para la preocupación generada por problemas del presente, se ha de tener en cuenta que siempre hay una salida para los problemas, por lo que no hay que preocuparse. Mientras dure la preocupación va a ser imposible encontrar esa salida. Es imprescindible que se limpie y se aclare la mente para que pueda dedicarse a la búsqueda de la solución.
No se trata de hacer caso omiso a los problemas. Así es claro que no se van a resolver, de la misma manera que tampoco se van a resolver con la preocupación.
Lo que se ha de hacer es buscar la calma y la serenidad interior para analizar las distintas posibles soluciones y aplicar la mejor para solucionar el problema.
¿Cómo encontrar la calma? La calma se puede conseguir mediante la meditación y mediante la oración, entregando el problema a Dios y pidiéndole iluminación en la búsqueda de la solución. Siempre llega, aunque no lo parezca, o que la solución que llegue no nos agrade. Mientras la persona no se encuentre en meditación o en oración, la mente va a seguir con su proceso de preocupación, por lo que es bueno ocuparla, cuanto más tiempo mejor, en pensamientos conscientes de “alta frecuencia”. Estos pensamientos tienen una doble función: Por un lado ocupan a la mente impidiendo el proceso de la preocupación, y por otro incrementa el nivel de energía en la persona y limpia las energías negativas generadas por los pensamientos de “baja frecuencia” de la preocupación.
Estos pensamientos de “alta frecuencia” son del tipo: “Yo Soy el alma”, “Yo Soy paz”, “Yo Soy amor”, Yo Soy…….. con todo lo bueno que deseas para ti.
Con la mente en calma, va a ser muy fácil encontrar la mejor solución.

domingo, 23 de diciembre de 2012

La nueva religión (II)


Continuación de La nueva religión (I)
Está surgiendo una nueva sociedad, un nuevo estado del Ser, basado en el Amor y en los valores del corazón. Va a ser una transición de lo viejo a lo nuevo, y somos todos nosotros con nuestra energía los que vamos a realizar ese cambio.
Y para que se produzca ese cambio, para el resurgir de esta nueva sociedad ha de cambiar nuestra energía, y esa energía cambia cuando pasamos de vivir desde la mente a vivir desde el corazón, esa energía cambia cuando cambia la conciencia; es decir cuando cambiamos nosotros, porque la conciencia es lo que nosotros somos.
¿Qué hay ahora en la conciencia?, ¿Qué es lo que tiene que cambiar?: Tenemos que ser conscientes de que estamos atados a nuestros pensamientos, para permitir que estos cambien y desaparezcan las viejas energías, y así despertar a una conciencia basada en el corazón.
Nuestra conciencia está llena de miedo, miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo al qué dirán, miedo a no llegar o miedo a pasarnos, y necesita reafirmase a si misma constantemente, buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior; y toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente, (siempre estamos en piloto automático), sobre ese miedo. Cuando la mente es nuestro centro, estamos encogidos por ese miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, tenemos que defender nuestro espacio, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es como un agujero negro, un vacio que nunca puede ser llenado, y para aliviar ese miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas, ¡que poco nos valoramos, nos respetamos y nos queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras personas.
Y nuestra conciencia cree que así está satisfaciendo el anhelo del alma por la unidad con lo Divino, por la paz y el amor, pero ese anhelo, que es la llamada de Dios, la llamada de nuestra propia naturaleza y nuestra propia esencia, no hay que buscarlo porque ya está en nosotros: Nosotros somos a imagen y semejanza de Dios nosotros somos Amor.
Lo que queremos es el Amor incondicional, es sentir esa energía que llamamos Dios. Pero nosotros ya somos esa energía, en nosotros ya está la Luz, ya está el Amor, ya está la Paz; y si vamos a nuestro interior a través del miedo, que es lo que conocemos, el miedo se disuelve igual que desaparece la oscuridad, en cuanto conectamos la luz. No hay que luchar contra la oscuridad, solo hay que dar al interruptor. No hay que luchar contra el miedo, solo hay que activar el amor.
Sólo hay que contactar con el Amor, y Amor significa aceptación de uno mismo tal cual es, Amor significa aceptación de los demás tal como son. Sólo cuando nos demos cuenta de que el vacio no puede ser llenado de ninguna manera desde el exterior,  empieza el cambio.
Cuando nos dejamos de identificar con lo que siempre hemos hecho y con lo que nos han enseñado, se genera un estado de confusión, y nos surgen las preguntas del millón, ¿Qué quiero realmente?, ¿Quién soy?, ¿Adónde voy?, ¿De dónde vengo?, ¿Qué hago realmente acá?
Aquí empieza el trabajo, es un trabajo de sanación que se ha de realizar aceptando. ¿Aceptando qué?, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento, aceptando el miedo.
(Continuará)
Capítulo II, (Parte II) del libro Vivir desde el corazón es más fácil.

sábado, 10 de noviembre de 2012

La carrera de la vida


            En un momento del tiempo, el alma decide su vuelta a la materia para retomar su aprendizaje, en el mismo punto en que quedó al finalizar su encarnación anterior, y se reúne con los Señores del Karma para terminar de organizar la que será la nueva vida: El lugar de nacimiento, la familia, los amigos, los diferentes encuentros, el Karma a liberar, el aprendizaje a recibir o la enseñanza a realizar.
            Y para eso, de la misma manera, que una vez en la Tierra el cuerpo elige el vestido adecuado para salir a la calle, el alma elige la vestimenta adecuada para el trabajo a realizar, y se reviste de materia, con forma de hombre o de mujer.
            Durante mucho tiempo he pensado que era una pérdida de tiempo inútil todo el tiempo que tardábamos en crecer, desde nuestro nacimiento hasta la edad adecuada en la que comenzamos a poder ser conscientes de la vida, pero ahora sé, que ese es también un tiempo de experiencia para el alma, un tiempo de aprendizaje total, un tiempo en el que permitimos a otros, casi siempre nuestros padres, para que liberen parte de su Karma, un tiempo para liberar Karma propio.
            La vida es como una carrera de obstáculos que vamos corriendo por diferentes pistas a la vez. Es como si en una carrera fuéramos el mismo corredor por las diferentes calles, y en cada una de ellas, vamos avanzando en todas las experiencias que el alma ha decidido vivir en la presente vida.
            Cada calle podría tener un nombre, aunque siempre distinto para cada persona: En una calle avanzamos para trabajar la voluntad, en otra la paciencia, en otra el orgullo, en otra……., etc., etc. Y es claro que en todas las pistas no vamos a llegar a la par, podemos avanzar rápidamente en unas y más lentamente en otras, podemos finalizar la carrera en unas y casi no comenzar en otras.
            La carrera finalizada, perdurará por siempre, será un aprendizaje aprendido para toda la eternidad; y aquellas otras que queden pendientes volverán en nuestra mochila en la próxima encarnación. Ninguna va a quedar en el olvido.
            Todos vamos a completar todas las asignaturas, unos antes, otros después. Y teniendo en cuenta los obstáculos con los que nos encontramos, ¿Por qué tratamos de pasarlos todos cuanto antes? 

martes, 23 de octubre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (....y 3)


(………………Continuación)
13)  El ser humano es libre.
Somos libres de realizar aquello que nos plazca, pero pera hacer un uso adecuado de nuestra libertad, hemos de tener en cuenta que somos hijos de Dios, y que como seres divinos somos eternamente inmortales.
Ser libre significa permanecer en la brillante luz del alma. Si somos capaces de integrar esa verdad, esa será nuestra percepción, y nuestra elección será no temer a nada, amar a todo y comportarnos con  todos los que comparten nuestra vida, de la misma manera que queremos que ellos se comporten con nosotros.
Ejercer nuestro derecho a nuestra libertad, es liberarnos del control de la personalidad.
14) La serenidad es nuestra identidad.
Serenidad significa calma profunda, desprovista de cualquier desequilibrio emocional. Es una cualidad del alma y la persona serena se caracteriza porque su mente está enfocada firmemente en la luz.
Vivimos en la superficie de la vida, zarandeados por los vaivenes que la vida nos va presentando, siempre en un estado de permanente ebullición, siempre esperando algo magnifico que nunca termina de llegar.
Vivir en la serenidad es vivir desde el alma, y cuando nos acercamos al alma, la serenidad comienza a morar en nosotros.
15) La paciencia ya habita en nosotros.
La impaciencia es una de las características de nuestra personalidad, y eso pasa porque no hemos integrado nuestra inmortalidad, y creemos que el tiempo se acaba, para la causa que sea. Sin embargo, el alma, que se sabe inmortal, no tiene prisa para nada.
Todo llega, cuando es su momento.
Es posible alcanzar ese estado donde nada de lo que ocurre altera la calma interna y nos conduce a la impaciencia, cuando la conciencia está centrada en el alma, que es la paz misma, es ahí donde se conoce y se siente el aplomo y el equilibrio, que abre la puerta de la paciencia.
16) La Responsabilidad es inherente al ser humano.
La irresponsabilidad, la falta de respeto, el incumplimiento de la palabra dada, es una prueba inequívoca de vida en el ego, completamente despegados del alma. Es la manifestación de un carácter débil, apegado a la materia, con un desconocimiento total de la divinidad del ser humano.
La responsabilidad, como todas las verdades mencionadas con anterioridad es una cualidad inherente en nosotros. Sólo hay que conectar con nuestro interior para encontrarla nada más traspasar el umbral.
17) La Sabiduría es nuestro derecho de nacimiento
¿Qué hemos de aprender que no sepan los hijos de Dios? Nada.
La Sabiduría está inherente en nuestro desarrollo, en nuestro progreso como seres divinos. La Sabiduría se refiere a la esencia de las cosas y no a las cosas mismas, es la captación intuitiva de la verdad, independiente de la facultad razonadora; la innata percepción, capaz de diferenciar lo falso de lo verdadero, lo real de lo irreal.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad

            “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”… No sé si todas las personas que viven en paz e inmersos en su serenidad, tienen buena voluntad; pero sí sé que los que tienen “auténtica buena voluntad” viven en paz, con una paz interior duradera.

¿Qué es la buena voluntad? La buena voluntad es la energía que sustenta las “correctas relaciones humanas”, la buena voluntad es la expresión más simple del verdadero amor, la buena voluntad es “el primer intento” del ser humano para expresar su amor.
Podemos despegarnos de la espiritualidad y escuchar lo que dicen grandes pensadores: Según Kant, la voluntad buena es la condición indispensable que nos hace dignos de ser felices; pero no la felicidad entendida como el logro de todo lo deseado, como una satisfacción de las pasiones y los deseos, porque eso es imposible de obtener para los seres humanos en las condiciones tan contradictorias de sus afectos, que no de su amor. Contradictorias, porque lo que denominamos amor, es una mezcla muy grande de pensamiento y muy pequeña de energía del corazón.
Para Kant la felicidad no es otra cosa que la búsqueda de hacerse digno de ser feliz, y es un hecho que lo único objetivamente bueno es una buena voluntad. La inteligencia, el valor, la riqueza y todo lo que solemos considerar valioso dejan de tener valor y se vuelven incluso cosas perniciosas, si van acompañados de una voluntad torcida.
¿Puedes imaginarte como sería el mundo si la mayoría de seres humanos se dedicaran a hacer el bien a otros y dejaran de ocuparse de sus propias metas egoístas? Sería un mundo lleno de paz, sin hambre, equitativo.
Pero no estamos preparados para eso, pasar de nuestras creencias actuales, en las que prima la satisfacción de nuestros deseos, el acaparamiento, la crítica feroz y destructiva, la rabia, y la envidia, e iniciar una nueva vida, una vida basada en la buena voluntad, la buena voluntad entrenada, ingeniosa, creadora y práctica, es difícil, porque no estamos ni preparados, ni entrenados, y posiblemente ni llegamos a entender que se pueda vivir de otra manera que no sea satisfacer cada deseo que aparece en nosotros.
La buena voluntad es una cosa muy simple, sólo hay que desear para los seres humanos, para todos, no sólo para los más allegados, lo mismo que deseas para ti; y tratarlos de la misma manera que te gustaría ser tratado; y darles lo que a ti te gustaría recibir. Es tan sencillo, que las mentes no están todavía capacitadas para poder valorar su poder. E incluso los que intelectualmente llegan a entenderlo, son incapaces de ponerlo en práctica.
La buena voluntad es hoy un sueño, y no deja de ser una teoría. Pero cuando esa teoría se lleve a la práctica se derribarán todas las barreras de la separación y de la incomprensión humana.
Quien practica sinceramente la buena voluntad en el hogar, puede cambiar totalmente las actitudes familiares. Cuando la buena voluntad sea practicada verdaderamente entre los grupos de cualquier na­ción, entre los partidos políticos, entre sectores religiosos y entre las naciones, podrá revolucionar al mundo.
Es cierto que existen en el mundo personas de buena voluntad, sin embargo, los embarga el temor, o un sentimiento de futilidad porque comprenden que el trabajo a realizar es de tal magnitud, que sus insignificantes esfuerzos aislados son totalmente inútiles, para derribar las barreras del odio y de la separación existentes en todas partes. Se sienten impotentes por su aislamiento, por su soledad, por la incomprensión, por la fuerza que tiene la forma de pensamiento de inutilidad que les inunda.
Y, sin embargo, la acción de esas personas de buena voluntad, unidos, tendrían más fácil la sensibilización del mundo y conseguirían estabilizar la situación económica del planeta y conseguir para todos sus habitantes una condición en que haya lo justo y suficiente para todos; conseguirían conducir a los seres humanos, a espaldas de los grupos religiosos, o puede que trabajando con ellos, a manifestar su divinidad. ¡Se conseguirían tantas cosas!
Tú que lees esto, y que posiblemente seas un inconformista, y que pienses que el mundo está mal repartido, y que incluso ya colabores apadrinando un niño, y que te rebeles ante algunas injusticias, y puede ser que hasta te manifiestes; estas un poco más cerca de la “buena voluntad”, pero no es suficiente. No es suficiente mientras haya una sola persona pasando hambre en el mundo, mientras haya un solo niño abandonado, mientras haya personas enfermas sin acceso a la sanidad. Ante esto, de nada valen las palabras, ni las manifestaciones, ni la indignación. Ante esto sólo cabe la acción, la acción de ayuda.
Posiblemente pienses que ya estás haciendo todo lo que humanamente puedes. No lo creas, ¡Puedes más!, si no puedes colaborar económicamente, (que seguro que si), puedes hacer proselitismo para que nadie a tu alrededor se quede insensible ante las desigualdades.
Ya no valen solo las palabras, ya no vale solo la indignación, ya no valen solo las manifestaciones. Hay que pasar a la acción, hay que ayudar, no dando sólo lo que nos sobra, eso lo puede hacer cualquier, no tiene merito, hay que dar más. Hay que dar, incluso, parte de eso que guardamos para el día de mañana. “Mañana” puede ser que ya no vivamos, y “hoy” hay hermanos nuestros que pasan hambre.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Yo confieso......... Amor

Estudiad, estudiad, estudiad: Llegareis a ser mediocres
Amad, amad, amad: Seréis grandes.

Tomaseo 

Cuando en un principio leía que el Amor es algo que anida dentro de nosotros, que se encuentra en nuestro interior, no entendía muy bien como podía ser. Cuando leía que el Amor es una energía, que es la energía que mantiene en orden el Universo, aun lo entendía menos. Cuando leía que no se ama realmente si se hace distinción entre las personas, mi confusión llegaba a su grado máximo. Estaba acostumbrado a querer a los míos, a mi familia, a mis amigos. Y bueno…….., es posible que el Amor anidara dentro de mí, aunque no lo tuviera nada claro, ya que sólo salía al exterior para manifestarse, de alguna manera, ahora sé que de una manera muy rudimentaria, cuando se trataba de ellos, y cuando veía al panadero, al vecino del quinto o al urbano que paseaba por la calle, no sentía absolutamente nada.
¿Cómo se podía querer a todo el mundo igual?, ¿Cómo se podía sentir Amor sin expresarlo a alguien?, ¿Cómo se podía amar sin que alguien fuera el objeto y la razón de ese Amor?, ¿No sería una más de tantas teorías de la New Age y, que llevarla a la práctica sólo estaría al alcance de unos pocos privilegiados?, ¿No sería charlatanería para llenar libros y vender más?
Cuando leía o escuchaba esto, estaba inmerso en algo que yo pensaba que era un proceso de transformación. Leía todos los libros de crecimiento interior que llegaban a mis manos con verdadera avidez, a veces, dos y tres a la vez, asistía a un sinfín de cursos, de charlas, de conferencias, practicaba yoga y meditaba de manera regular. Pero……… ¡tenía que faltar algo!, yo no sentía, o no creía sentir ese Amor que publicitaban en los libros.
En alguna de las charlas escuché que tendríamos que saber quiénes éramos, cuáles eran nuestras debilidades, y la faceta más característica de nuestro carácter. Todo ello con el objetivo de comprobar que tipo de energía nos envolvía, con tanta intensidad, que no permitía expresarse en toda su extensión cualquier otro tipo de energía. Y no podíamos olvidar que el Amor es una energía.
Tuve que pedir ayuda, yo no sabía, como casi nadie, cuáles eran mis mayores defectos. Ninguno de nosotros terminamos de conocernos, alguien dijo: “nadie se conoce, lo único que conoce es su sombra”, y es cierto, ni tan siquiera sabemos cómo somos físicamente, pues lo que conocemos de nosotros es, a fin de cuentas, nuestra imagen reflejada en un espejo, y ¿Será real el reflejo?,  ¿Será tan real como lo que los demás ven directamente?
Volviendo a la ayuda, resultó una lista que parecía interminable, en la que aparecían defectos y más defectos, de los que algunos yo pensaba, incluso, que eran virtudes. Y comencé el trabajo. Ahora puedo asegurar que ahí comenzó el verdadero trabajo de transformación, todo lo anterior sólo había sido un aperitivo: Se trataba de invocar, pensar y actuar, en y con, la virtud contraria al defecto. Encabezaba la lista el orgullo, y con él comencé el trabajo, cada vez que era consciente de que mi actuación, mis palabras, mis pensamientos o mis emociones se identificaban con el orgullo, trataba de pensar, hablar y actuar con humildad. Así poco a poco se fue reduciendo, aunque he de confesar que aún quedan resquicios. Después comencé con el segundo defecto de la lista, y después el tercero. 
Además de todo ese trabajo, en mis meditaciones, llevaba la atención al chakra del alma, treinta centímetros por encima de mi cabeza, y repetía el mantra: “Yo Soy al Alma, Yo Soy Paz, Yo Soy Amor”.  A partir de aquí, (había transcurrido tiempo, quizás tres años), comenzaron a ocurrir cosas: Sentía compasión donde antes había insensibilidad; sentía misericordia donde antes había dureza; el desasosiego se había transformado en paz; buscaba lo mejor de las personas cuando antes resaltaba la crítica; sentía serenidad donde antes residía el miedo; sentía alegría con la alegría de las personas y dolor ante su tristeza, “mi tiempo” cada vez era menos mío para dar un poco de él a los demás, “mi vida” empezó a ser menos mía, si alguien necesitaba de ella.
Ocurrieron más cosas, pero lo importante es que empecé a entender lo que era realmente el Amor. Virginia Satir, terapeuta familiar y escritora norteamericana, escribió acerca del amor incondicional un pequeño y profundo poema que refleja perfectamente lo que es el Amor: "Te quiero amar sin aferrarme, apreciarte sin juzgar, unirme a ti sin invadirte, invitarte sin exigir, abandonarte sin culpa, examinarte sin culpar y ayudarte sin insultar. Si puedo recibir lo mismo de ti, entonces podremos encontrarnos y enriquecernos de verdad".
No son necesarias más palabras: No siento, aun, que ame al vecino del quinto con  la misma intensidad que amo a mi esposa, a mi hija, a mi madre, a mis hermanos o a mis amigos; pero siento por él y por el resto de seres humanos la misma comprensión y la misma compasión, trato de no juzgar, ni criticar, ni culpar, ni exigir, ni mentir, ni herir, ni atar a mí, absolutamente a nadie, trato de ser leal y honrado, trato de no coartar la libertad de nadie y respetar completamente sus pensamientos, sus palabras, sus actos, su vida. Y muchísimas veces lo consigo.
Y lo más importante de todo “soy feliz” sin necesitar nada del exterior, absolutamente nada, por lo que puedo entregar este Amor y esta Felicidad a los míos y a los que no lo son, para que puedan ellos sentirlo y vivirlo igual que yo. Hay que “predicar con el ejemplo”.
Esto debe de ser ese Amor que anida en nuestro interior. Yo sigo trabajando en ello. Hasta llegar a sentir el Amor que sentía, por ejemplo Jesús, creo que aun me queda un largo, un larguísimo trecho. Y tú……….. ¿Cómo lo llevas?