El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Defecto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Defecto. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de diciembre de 2015

Miseria emocional


La ocupación favorita de los seres humanos es vivir la infelicidad, es alimentar el sufrimiento, es programar su enfermedad, es esforzarse para ser cada día peor que el anterior, es criticar sin misericordia y juzgar sin compasión.

Sabemos que nadie quiere mantenerse ocupado en estos menesteres, pero es lo que todo el mundo hace, pensemos que de manera inconscientemente.

Y lo hacemos muy bien. Somos auténticos profesionales. Nos han enseñado de maravilla. Felicidades a los padres, felicidades a los maestros, felicidades a los líderes de opinión, a los líderes políticos, a los líderes religiosos, felicidades a todos aquellos que se esfuerzan porque el mundo sea cada vez peor. Lo están consiguiendo.

            No soy agorero, pero el mundo como tal, no da la impresión de que mejore mucho. Si parece que hay un poco más, no mucha, de ayuda humanitaria ante las catástrofes, ante el hambre permitido por los gobiernos de turno en decenas de países, ante las desgracias ocasionadas por las múltiples guerras que asolan el planeta, pero son totalmente insuficiente para cubrir las necesidades básicas de todos los que la necesitan.

            Y si somos incapaces de cubrir las necesidades básicas físicas y materiales de todos los que pueblan el planeta, como vamos a conseguir, ni tan siquiera a intentar paliar las necesidades emocionales.


            Posiblemente no interesa que las personas se encuentren emocionalmente estables, porque entonces dejarían de pensar y de hablar de sus desgracias y se correría el peligro de que pensaran en lo que realmente están haciendo sus dirigentes políticos, sociales y religiosos, y eso no les interesa. Tampoco interesa que la gente incremente su nivel cultural, por eso nos dan, juegos y circo como instauraron los romanos hace dos mil años. Nuestros juegos y nuestro circo son la basura de la tele, el fútbol y el sexo. Todos saben quiénes son los mejores jugadores de fútbol del mundo, o las mejores “top model” del momento, pero nadie es capaz de nombrar a tres premios Novel.

            La incultura, la falta de respeto, la hipocresía, la ignorancia, la avaricia y el miedo, son las monedas de cambio de un mundo, el actual, que actúan como verdadero caldo de cultivo del sufrimiento, de la enfermedad y del dolor.

            Todos los que tienen un poco de responsabilidad con grupos, ya sean grandes o pequeños, ya sean comunidades religiosas o municipios, ya sean medios de comunicación, escuelas o universidades, son responsables del atontamiento general de masas que existe en la actualidad en el planeta.

Mientras un maestro pasa hambre, un pobre niño sin cultura, gana miles de millones solo por darle patadas a una pelota. Y eso no es lo malo, lo peor es que el mismo maestro se gasta su dinero para ver como ese niño patea la pelota.

Algunos cuando llegan a la edad adulta comienzan a buscar respuestas a las preguntas del por qué de la existencia de tanta incongruencia sobre la Tierra, de por qué tanto despropósito, de por qué tanta ignorancia. Y pasan el resto de su vida para tratar de vivir la vida de otra manera, para lo cual han de vencer la intolerancia y la incredulidad de los que les rodean.

martes, 8 de octubre de 2013

Como amarse a uno mismo (3 y final)


“Nadie puede tener una opinión buena de una persona
que tiene una opinión mala de sí misma.”
Anthony Trollope
“De todas las trampas en la vida la falta de autoestima es la peor y la más difícil de superar, debido a que está diseñada por tus propias manos y se centra en la idea: No vale la pena, no lo puedo hacer.”
Maxwell Maltz
“El respeto comienza con uno mismo.”
Nathaniel Branden 

Hacia una buena autoestima
            Promulgamos el amor al prójimo a los cuatro vientos, repudiamos la agresión y el mal trato a los otros, pero se nos permite, y hasta está bien visto, que regateemos, economicemos y midamos las autoexpresiones de afecto. ¿Por qué debemos ser miserables con nosotros mismos?, ¿Cuántas veces nos auto-elogiamos, nos damos gustos y nos contemplamos? No suele haber tiempo para eso.
            Debemos disponer de tiempo para los hijos, la pareja, los padres, pero no se nos ocurre utilizar algunas horas en beneficio propio. Pensamos que el tiempo mejor aprovechado es el destinado a producir bienes materiales o dinero. No nos interesa la salud mental. Se considera que pensar, soñar, fantasear, dormir, meditar o mirar, no es actuar. Así, dedicarse a uno mismo es sinónimo de vagancia o “buena vida”. Si pensamos de este modo, jamás disfrutaremos de amarnos, ya que siempre podríamos estar haciendo algo más productivo. Es un acto de irresponsabilidad no dedicar tiempo a ti mismo.
Acercarse a un estilo de vida hedonista:
            Hedonismo significa placer, satisfacción, regocijo, goce y bienestar. Una filosofía hedonista significa un estilo de vida orientado a buscar el disfrute y a “sacarle el provecho” a las cosas que nos rodean. La filosofía hedonista encierra la aceptación implícita del derecho a disfrutar.
1.- Saca tiempo para el disfrute:
-          La vida no se ha hecho sólo para trabajar. Se trabaja para vivir, no lo contrario.
-          Tu momento de descanso, de recreación y tus vacaciones no son un “desperdicio de tiempo”, sino una inversión para tu salud mental.
-          No lo postergues todo, esperando el día idóneo.
-          No hay un tiempo para el amor como no hay un tiempo para quererte a ti mismo. Siempre es tiempo.
2.- Decide vivir disfrutando:
-          Acepta que la búsqueda del placer es una condición del ser humano. Forma parte de ti como algo natural.
-          Vive intensamente y ejerce el derecho a sentirte bien.
-          ¿Cuántos momentos de felicidad has perdido por creer que no los merecías?
-          Busca en tu interior y encontrarás un vacío: la pasión.
-          Tienes la obligación de generar alternativas de vida para mantenerte feliz.
-          Tienes un talento innato para vivir “bien”, no lo desaproveches.
3.- Explora, busca, indaga:
-          Una vez que decidas darle importancia al principio del placer, debes comenzar a trabajar para sentirte bien.
-          Tu principal arma es la exploración. No esperes a estar “totalmente seguro” para ensayar cosas nuevas. ¡Arriésgate!
-          No te resistas a probar lo nuevo.
-          No tengas opiniones a priori cuando de conocer se trata.
4.- No racionalices tanto las emociones agradables:
-          La idea no es negar la importancia del pensamiento. El problema es que si intentas explicarte y comprender permanentemente los sentimientos, los obstruyes irremediablemente.
Autoelogio
            Permanentemente estamos hablando en silencio con nosotros mismos y rumiando sobre esto o aquello, a veces de manera automática, inconsciente, y otras de manera controlada o consciente.
            El dialogo interno puede afectarte positiva o negativamente, de manera similar a como las palabras de otros también pueden ejercer un determinado efecto sobre tu estado de ánimo.
            Cuando tengas tus diálogos internos, en lo posible que sean positivos, pero con una dosis de realismo.
            El autoelogio es una manera de hablarte positivamente. Es una forma de reconocer tus actuaciones adecuadas. No es necesario, ni hace falta que lo hagas en voz alta y en público.
            Las razones a las que se apela para negar el auto elogio son varias:
-          No soy merecedor o no fue gran cosa.
-          Era mi deber o era mi obligación.
-          Auto-elogiarse es de mal gusto.
Auto recompensa:
            Es otra manera de auto-expresarte el afecto. La auto-recompensa es el proceso por el cual nos auto-administramos estímulos positivos.
            Tú necesitas la auto-recompensa, de la misma manera que necesitas el autoelogio. Fortalece tu autoestima y no permite el autocastigo y la insatisfacción.
Hacia una buena autoeficacia:
1.- Elimina el “no soy capaz”
-          Si te tratas mal y eres irrespetuoso contigo mismo, tu dialogo obrará como un freno.
-          Elimina de tu repertorio el “no soy capaz”. Cada vez que te lo repites confirmas tu inseguridad.
-          Esta calificación negativa, automáticamente, te inmovilizará.
2.- No seas pesimista:
-          Las personas con baja autoestima anticipan el futuro negativamente.
3.- No seas fatalista:
-          Eres el arquitecto de tu futuro. Construyes tu destino. Por lo tanto tienes el poder de modificar muchas cosas.
-          El pasado no te condena.
-          Tu presente es el pasado de mañana.
4.- Trata de ser realista:
-          Acepta tus éxitos, sería injusto contigo desconocer tus logros.
-          Acepta tu cuota de responsabilidad en tus fracasos.
-          Toma papel y lápiz, y escribe tu contribución real a lo bueno y a lo malo.
5.- No recuerdes sólo lo malo:
-          La visión negativa de uno mismo se alimenta principalmente de los recuerdos.
-          Durante algunos minutos al día intenta activar tu memoria positiva.
6.- Revisa tus metas:
 

            Hacerte cargo de ti mismo es la mayor de las responsabilidades. Tomar conciencia de que existes, eres importante y tienes el derecho a pensar en ti por sobre todas las cosas, te coloca en un lugar de privilegio, pero al mismo tiempo te provoca nuevas angustias. La lucidez tiene un precio: “Se lo que debo hacer, pero no siempre sé cómo hacerlo”.
            No existe una solución, solo tendencias. Como un péndulo que nunca se detiene, solo podemos apaciguar o acelerar su ritmo, pero jamás seremos capaces de que se detenga en un punto exacto. Las orientaciones para quererte a ti mismo no siempre son claras, definidas y fijas. Tienes que arriesgarte.

domingo, 6 de octubre de 2013

Como amarse a uno mismo (1)


Perdónate, acéptate, reconócete y amate.
Recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad.
Facundo Cabral.
Si te olvidas de ti, tarde o temprano, los demás, siguiendo tu ejemplo,
también se olvidarán, y quizás deduzcan que no existes.
Joege Bucay.
            Más de una vez habrás oído, porque te lo han dicho a ti o se lo decían a otros: “Lo que tienes que hacer es amarte, valorarte y respetarte”.
            Está muy bien, ¡es tan fácil dar consejos!, pero ¿Cómo hacerlo?, ¿Cómo llegar realmente a amarse a uno mismo?, ¿Cómo sabemos que es amor lo que podemos sentir hacia nosotros mismos y no es una forma de egoísmo?
            He encontrado el libro de un psicólogo clínico, Walter Riso: “Aprendiendo a quererse a sí mismo”, que lo explica de mejor manera de lo que yo podría hacerlo. Por lo tanto, esta entrada y posiblemente las dos siguientes son un extracto de dicho libro. Este libro lo podéis encontrar en Internet.
            La sociedad ha orientado el aprendizaje social a fortalecer el amor dirigido a los demás y ha olvidado que el requisito esencial para dar es la auto-aceptación. Es imposible entregar amor si no te quieres a ti mismo.
            Nuestra civilización intenta inculcar principios como el respeto al ser humano, el sacrificio, el altruismo, la expresión del amor, el buen trato, la comunicación, etc., pero estos principios están dirigidos al cuidado de otros humanos. El auto-respeto, el auto-amor, la auto-confianza y la auto-comunicación, no suelen tenerse en cuenta. Más aun, se considera de mal gusto el quererse demasiado. Si una persona es amigable, expresiva, cariñosa y piensa más en los otros que en ella misma, es evaluada excelentemente. Si alguien disimula sus virtudes, niega o le resta importancia a sus logros, es decir, miente o se auto-castiga, ¡es halagado y aceptado!
            No sólo rechazamos la auto-aceptación honesta y franca, no nos importa que sea cierta o no, sino que promulgamos y reforzamos la negación de nuestras virtudes. Absurdamente, las virtudes pueden mostrarse, pero no verbalizarse.
            Para evitar caer en la pedantería insufrible del sabelotodo, hemos caído en la modestia auto-destructiva de la negación de nuestras virtudes. Por no ser derrochadores, somos mezquinos. Los psicólogos clínicos saben que ese estilo de excesiva moderación hacia uno mismo es el caldo de cultivo de la tan conocida y temida depresión. Tienes el derecho a quererte y a no sentirte culpable por ello, a disponer de tu tiempo,  a descubrir tus gustos, a mimarte, a cuidarte y a elegir.
            Desde pequeños nos enseñan conductas de auto-cuidado personal: lavarnos los dientes, bañarnos, cortarnos las uñas, controlar los esfínteres y vestirnos. ¿Pero qué hay del auto-cuidado y de la higiene mental? No se nos enseña a querernos, a gustarnos, a contemplarnos y a confiar en nosotros mismos.
Hacia un buen concepto de ti mismo.
            La cultura nos ha enseñado a llevar un garrote invisible, pero doloroso, con el que nos golpeamos cada vez que equivocamos el rumbo o no alcanzamos las metas personales. Hemos aprendido a culparnos por casi todo lo que hacemos mal y a dudar de nuestra responsabilidad cuando lo hacemos bien.
            Si fracasamos, decimos: “Dependió de mí”, si logramos el éxito: “Fue pura suerte”.
            Algunas personas, por tener un sistema de auto-evaluación inadecuado, adquieren el vicio de auto-rotularse negativamente por todo. Se cuelgan carteles con categorías generales. En vez de decir: “Me comporté torpemente”, dicen: “Soy torpe”. Utilizan el “soy un inútil” en vez de “me equivoqué en tal o cual cosa”.
            Palabras que deberían suspenderse de nuestra lengua y ser consideradas “malas palabras”: NUNCA, SIEMPRE, TODO y NADA. Lo único que generan son confusión y malos entendidos.
            Como es de esperar, si deseas fervientemente el éxito, el poder y el prestigio, temerás al fracaso. Este miedo te hará dirigir la atención más hacia las cosas malas que hacia las buenas, con el fin de “prevenir” los errores que tanto temes. Esto lleva a desconocer las aproximaciones a la meta, así como los esfuerzos y pequeños ascensos que realices en la escalinata hacia tus logros personales. Por querer ver el árbol, no verás el bosque.
1.- Trata de ser más flexible, tanto con otros como contigo:
            - No pienses en términos absolutistas: No hay nada totalmente bueno ni malo.
            - Debes tener tolerancia a que las cosas se salgan a veces del carril.
            - Aprende a soportar, a perdonar y a entender tu rigidez como un defecto, no como una virtud.
            - Las cosas rígidas son menos maleables, no soportan demasiado y se quiebran.
           - Si eres normativo, perfeccionista, intolerante y demasiado conservador, no sabrás que hacer con la vida. Ella no es así.
          - La gran mayoría de los eventos cotidianos te producirán estrés, porque no son como a ti te gustaría que fueran.
          - Concéntrate durante una semana o dos, en los matices:
·         No te apresures a categorizar de manera terminante.
·         Detente y piensa si realmente lo que dices es cierto.
·         Revisa tu manera de señalar y señalarte. No seas drástico.
·         Evita utilizar palabras como siempre, nunca, todo o nada.
-          No es lo mismo decir: “Robó una vez”, que “ser un ladrón”.
-          Las personas no son, simplemente se comportan.
§  Permítete no ser tan normativo.
·         Sé más informal un día, a ver qué ocurre.
§  Trata de no ser perfeccionista.
§  Convive con el desorden una semana. Piérdele el miedo.
§  No rotules ni te auto-rotules.
§  Intenta ser benigno.
§  Habla solo en términos de conductas.
§  Concéntrate en los matices.
§  La vida está compuesta de tonalidades, más que de blancos y negros.
§  Escucha a las personas que piensan distinto de ti.
2.- Revisa tus metas y las posibilidades reales para alcanzarlas.
-          No te coloque metas inalcanzables.
-          Exígete de acuerdo con tus posibilidades y habilidades.
-          Cuando definas alguna meta, define también las sub-metas o los escalones.
-          Intenta disfrutar de cada peldaño como si se tratara de una meta en sí misma.
-          No esperes llegar al final para descansar y disfrutar. Busca estaciones intermedias.
-          Escribe tus metas, revísalas, cuestiónalas y descarta aquellas que no sean viables.
-          La vida es muy corta para desperdiciarla.
-          Si tus metas son inalcanzables, vivirás frustrado y amargado.
3.- No auto-observes sólo lo malo.
-          Si sólo te concentras en tus errores, no verás tus logros.
-          Si sólo ves lo que te falta, no disfrutarás del momento, del aquí y el ahora.
-          No estés pendiente de tus fallos como un radar.
-          Cuando te encuentres focalizando negativamente de manera obsesiva, para.
4.- No pienses mal de ti.
-          Sé más benigno con tus acciones.
-          Afortunadamente no eres perfecto.
-          No te insultes ni te faltes al respeto.
-          Lleva un registro sobre tus auto-evaluaciones negativas.
-          Si detectas que el léxico hacia ti mismo es ofensivo, cámbialo. Busca calificativos constructivos.
-          Ejerce el derecho a equivocarte.
-          Los seres humanos, al igual que los animales, aprendemos por ensayo y error, no por ensayo y éxito.
 

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mensaje para la Tierra (4) Aceptación


………..Continuación
Empieza haciendo lo necesario, continúa haciendo lo posible;
 y de repente estarás haciendo lo imposible.
San Francisco de Asís.
Ahora que hemos pasado por el primer peaje de la Fe, ya somos conscientes de que todo lo que nos ha enseñado la sociedad no nos lleva a ninguna parte, porque todas las enseñanzas recibidas son para el cuerpo, un trabajo mejor, una casa más grande, una pareja con un apellido ilustre y una jugosa cuenta corriente, más dinero, más dinero, más dinero, más poder, más poder, más poder, seguir los cánones de moda y de belleza, y un sinfín de cosas más que ni tan siquiera llenan, aunque sea de manera parcial, nuestra ansia de felicidad. Todo esto, aderezado, en algunas ocasiones, con lo que parece ser una enseñanza o un alivio para el alma, (reunión dominical, según la religión, procesiones, novenas, etc.), enseñanzas engañosas, porque los enseñantes, no predican con el ejemplo, y lo único que buscan, (siempre hay honrosas excepciones), es el mismo poder social y económico que buscan sus feligreses. Con el agravante de que ellos juegan con los sentimientos de las personas, y para conseguir ese poder, no dudan en atemorizar hasta extremos insospechados a sus seguidores.
La conciencia social, políticos, religiosos, los estándares  de salud y de belleza nos dan modelos y normas de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíamos comportarnos. Tratan de definirnos lo que es bueno, lo que hay que hacer, lo que está bien visto, y lo que no. Y lo único que consiguen, es llenar nuestra conciencia de miedo. Miedo en infinidad de variantes: miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo a Dios, miedo a la pobreza, miedo al miedo. Y esto hace que la persona necesite reafirmarse a si misma constantemente, buscando siempre validación externa, buscando la aprobación del exterior, buscando la aprobación de cualquiera, sea quien sea, que se encuentre a su alrededor. Toda nuestra vida se ha construido, de manera inconsciente sobre ese miedo. Porque vivimos desde la mente. Cuando la mente es nuestro centro, estamos encogidos por el miedo y eso nos hace estar constantemente a la defensiva, siempre nos falta algo, siempre tenemos necesidad de más: Más amor, más dinero, más poder, más aceptación, más atenciones.
La base de nuestros pensamientos y sentimientos es como un agujero negro, un vacio que nunca puede ser llenado, y para aliviar ese miedo, para tratar de llenar ese vacío, nos vamos al exterior y nos aficionamos al poder, al halago, a la admiración. Confiamos en el juicio de otras personas, ¡que poco nos valoramos y queremos!, no confiamos en nosotros, y le damos nuestro poder a cualquiera que pasa por delante de nosotros.
Confiamos en el juicio de otras personas y nos ponemos nerviosos sobre lo que la gente piense de nosotros. Es importante para nosotros porque nuestra autoestima depende de eso y, sin embargo, nuestra estima desciende y desciende, porque hemos entregado nuestro poder a otras personas.
Algo hemos de cambiar. Si ya hemos cambiado la idea de lo que somos, también se ha de comenzar a cambiar la manera de hacer las cosas. Lo que sucede cuando intentamos despegarnos de nuestras creencias, es que nos podemos encontrar con un problema añadido, ya que cuando nos dejamos de identificar con lo que siempre hemos hecho y con lo que nos han enseñado, se genera un estado de confusión, y nos surgen las preguntas del millón, ¿Qué quiero realmente?, ¿Quién soy?, etc., etc.
Y así llegamos a nuestro segundo peaje “ACEPTACIÓN”.  El trabajo de aproximación a la Luz no es más que un trabajo de sanación, que se ha de realizar aceptando. ¿Aceptando qué?: Aceptando lo que somos, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento, aceptando el miedo, aceptando lo que nos parecen limitaciones, aceptando nuestra vida.
Cuando se consigue aceptar la vida y lo que la envuelve, la persona se ablanda,  tolera, perdona y ama.
Se dice muy rápido que hay que aceptar la vida, sin embargo, nuestra conciencia lleva mucho tiempo generando un patrón de conducta que hace difícil cualquier cambio. ¿Qué hay ahora en la conciencia?, ¿Qué es lo que tiene que cambiar?: Tenemos que ser conscientes de que estamos atados a nuestros pensamientos, para permitir que estos cambien y desaparezcan las viejas energías, y así despertar a una conciencia basada en el corazón.
Sólo cuando nos demos cuenta de que el vacio en el que estamos inmersos no puede ser llenado de ninguna manera desde el exterior,  empieza el cambio, empieza la aceptación.
Aceptar significa no juzgar nada, ni nuestro, ni de los otros, ni del interior, ni del exterior, las cosas son como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser.
Hemos de comenzar a vivir desde el corazón, porque el corazón, al contrario que la mente, está interesado en todo lo que es, sólo en lo que es, no en lo que se juzga como bueno o como malo; y si nos abrimos a vivir desde el corazón nos liberamos del juicio de manera inmediata, y aceptamos quienes somos, sin más. No quienes queremos ser, o quien quiere la sociedad que seamos, aceptamos quienes somos.
Toda esta teoría de vivir desde el corazón, y de aceptar, suena muy bien, sin embargo, los miedos, los traumas, los sufrimientos, siguen ahí. Es como si quisiéramos engañar a la mente, y no se trata de engañarla, se trata de limpiarla.
Todos los miedos, todos los traumas, todos los sufrimientos, son experiencias del pasado, y eso es lo que hay que sanar, eso es lo que ha de desaparecer. ¿Cómo?: volviendo al pasado, volviendo a la experiencia, pero de una manera amorosa, es decir, revivir la situación, pero estando centrados en el corazón, no dándole vueltas a la mente. Y así simplemente observando lo que sucede, se crea una especie de separación entre el suceso y la persona, y es esa separación la que hace a la persona dueña de la realidad, pudiendo aceptar el suceso completo, sin volver a enjuiciarlo, ya que la persona comprende desde el corazón, que para todo hay una causa, es una experiencia más para el alma, y no tiene por que quedar grabada en la mente.
Cuando somos capaces de relacionarnos con todos los papeles y todas las escenas que hemos ido interpretando en nuestra vida, quedamos libres para vivir desde el corazón. Es entonces cuando estamos preparados para circular hasta el siguiente peaje, que no será otro que comenzar a trabajar conscientemente nuestras debilidades, nuestros vicios, nuestros malos hábitos.
Continuará………………..

martes, 20 de agosto de 2013

Soy culpable


            ¡Cuantas veces culpabilizamos a cualquier cosa que se mueva de nuestras desgracias!, y aun peor que eso ¡Cuantas veces nos culpabilizamos a nosotros mismos!
            Por un lado, nos sentimos culpables por casi todo: Podemos sentirnos culpables porque la pareja se enfada, o nos maltrata emocionalmente, o nos humilla y destruye nuestra autoestima, y justificamos lo injustificable porque nos lo merecemos, porque no hemos cubierto sus expectativas, etc., etc.
Podemos sentirnos culpables por cualquier acción pasada, por un acto que cometimos hace tiempo, por haber herido a alguien de palabra, a veces, da la sensación de que hay personas que se sienten culpables por el mero hecho de existir. Y la culpa da vueltas y vueltas en nuestra mente, de manera permanente, sin conseguir ser conscientes de la realidad, e incluso, distorsionando esa realidad, en vez de intentar  reconciliarse con uno mismo.
            Y, por otro lado, culpabilizamos o criticamos a otros, sin piedad, por causas por las que, sin embargo, si podríamos considerarnos responsables. 
Las dos conductas son perniciosas: Sentirse culpable podría ser bueno, en tanto en cuanto, nos ponemos en el lugar de los demás y de lo que ellos podrían sentir. Sin embargo, de la misma manera que tenemos que aprender a tolerar, comprender y perdonar conductas ajenas, tenemos que ser capaces de aprender a vivir la realidad y, en caso de cometer un error, aprender a perdonarnos a nosotros mismos y aprender la lección que conlleva, de manera intrínseca, el error.
Culpar a los demás, aunque pueda existir razón para ello, solo consigue alimentar en los demás el resentimiento, la separación y el silencio.
Nadie es perfecto, y es mejor comprender la conducta que criticamos y ser capaces de perdonar.
Tenemos que  aprender a liberarnos del sentimiento de culpa, para ello es necesario identificar las razones que nos llevan a sentir la culpabilidad, para liberarnos, lo más rápidamente posible de esos sentimientos negativos. Como con cualquier otro sentimiento negativo, el mero hecho de reconocer la causa alivia en gran medida la sensación.
En la culpa, hemos de aprender a ser modestos. Nuestras culpabilidades a menudo son desproporcionadas. Incluso hay culpabilidades que podríamos llamar orgullosas, ¡un poco como si estuviéramos convencidos de que somos el ombligo del mundo!
Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Hay que aceptar el hecho de que nadie es responsable de la desgracia de los demás, al menos no totalmente. A decir verdad, no somos responsables más que de nuestros propios actos, pensamientos y palabras.
Lo más importante consiste, sin duda, en saber perdonar y saber perdonarse.