El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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jueves, 21 de marzo de 2024
Mente: Atención
viernes, 20 de enero de 2023
Atajo para cumplir tu misión
Nos
pasamos la vida hablando de nuestra misión, de lo fácil que sería si supiéramos
que es lo que hemos venido a trabajar en esta encarnación.
Pues
existe un atajo para saber cuál es nuestra misión: Vivir desde el corazón,
activar la energía del Amor.
Viviendo
desde el corazón, tienes la mente serena y preparada para ser consciente de
cuáles son las puertas que se van abriendo en tu camino, de cales son las que
se van cerrando, de cuando has de variar tu dirección, de cuando has de seguir
en línea recta.
En
ese atajo no cabe otra cosa que el Amor, por lo que los juicios a los demás,
las críticas o, sencillamente, indicarles cuál es su camino, no son peajes que
se encuentren en ese atajo. Respeta el camino que hayan elegido los demás y su
forma de recorrerlo.
Intenta
lo siguiente: En cuanto abras los ojos, cada mañana, repite dentro de ti: “Hoy
no voy a juzgar ni a criticar nada ni a nadie”, y practícalo durante todo el
día. En ese nada ni nadie, también entras tú, así que empieza por respetarte a
ti, se benévolo contigo. Y ten paciencia, no puedes cambiar en un día una
tendencia de años.
La
mejor manera de cumplir el objetivo de no juzgar es vivir, conscientemente, el
presente. No dividas tu atención en infinidad de cosas, mantén la concentración,
y así tu mente estará más preparada para recibir las señales.
miércoles, 11 de enero de 2023
Amigos leales
Capítulo XV. Parte 13. Novela "Ocurrió en Lima"
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Y, cambiando de tema, ¿qué tal tu encuentro con Pablo que es amigo tuyo desde
hace mucho tiempo? –se interesó Ángel.
- Uno de
los atributos de la amistad es la lealtad y Pablo ayer me pareció de una
lealtad inquebrantable. Gracias a él estoy capeando, con bastante dignidad, mi
falta de memoria. No sé lo que pasará mañana cuando esté en casa con Indhira y
con los niños. Pero no tengo miedo. Si no soy capaz de controlar la situación
le contaré a Indhira la verdad sobre mi estado.
- Si,
-reconoció Ángel- es un gran amigo. Y, en cuanto a tu situación en casa, creo
que saldrás airoso de la situación. Hablarle a tu esposa de tu falta de memoria
solo depende de ti. Haz lo que creas que debes de hacer.
- Dios te
oiga, -y, de inmediato, caí en la cuenta de con quién estaba hablando- ¡uy!,
perdón ya sé que te oye.
- Y a ti
también te oye. Dios escucha siempre y escucha a todos.
Por un
momento seguimos caminando en silencio hasta que recordando a Pablo y a Diana
le comenté a Ángel:
- Me
gustaría poder ayudar a Pablo. Parece que no está pasando por su mejor momento.
- ¿En su
matrimonio?, -no sé por qué preguntaba Ángel, seguro que lo sabía todo.
- Sí.
Creo que los amo a los dos, tanto a él como a Diana y por lo que me ha
comentado están pasando por una crisis. Imagínate que él se quiere venir a
trabajar a Miami dejando la gerencia de la empresa. En mis condiciones actuales
creo que no tengo la información necesaria para poder ayudarles, ¿Qué opinas?
- Que no
necesitas más información que la que tienes. En realidad, se aman, pero les
falta diálogo. El diálogo en la pareja es como el agua para las plantas. De la
misma manera que la planta necesita el agua para vivir, la pareja necesita el
diálogo para mantenerse viva, para mantener la ilusión, para saber uno de las
necesidades de otro, para entenderse, para conciliar, para evitar suposiciones,
para dialogar sobre sus sentimientos, sus ideas, para visibilizar los desacuerdos
y para alcanzar los objetivos compartidos.
>>
En esta pareja los dos quieren lo mismo, un hijo, pero no parece que estén
dispuestos a trabajar por lo que desean. Esperan que llegue del cielo como
llega el agua de la lluvia.
- Eso es
lo triste, que se aman y están dispuestos a echarlo todo por la borda. Cuando
Pablo me contaba la historia, le dije que en cuanto llegáramos a Lima
despediría a Diana y así se acababa el problema, ¿qué te parece?, -quise saber
la opinión de Ángel.
- No
parece una buena idea. Creo que lo mejor sería que hablaras con Diana, que es
algo que nadie ha hecho y escuchar que tiene que decir, para saber cuáles son
sus sueños, y que espera hacer para conseguirlos. Seguro que así tendrás la
información completa. Y a ti te va a hacer mucho caso.
Teniendo
en cuenta que había quedado con Pablo para almorzar caminamos de vuelta al
hotel. Había sido una mañana agradable en la que pude entender la razón de mi
estado.
- Antes
de llegar, Ángel me hizo un recordatorio. ¿Recuerdas que te dije cuando te
hablaba de las condiciones para incrementar el amor por uno mismo, el día que
nos encontramos en el Malecón, por primera vez, bajo la garúa?
- Creo
que una de las cosas que dijiste fue que tenemos que vivir con atención, ¿te
refieres a eso?
- Correcto.
Porque esa es la razón de que estemos ahora aquí, tú sin memoria y yo
recordándote sucesos.
>>
La vida es atención. Cuando pierdes la atención estás perdiendo la vida. Dios
no quiere que seas ingeniero, ni que trabajes mucho. Dios quiere que te
diviertas, que trates a todos como si fueran Él. Y si no puedes conseguirlo
imagina que eres tú a quien tratas. Permanece atento. De esa manera tendrás muy
claro de dónde vienes, para no volver sobre tus pasos. Recuerda que vienes del
miedo y le has vencido gracias al amor. No lo olvides.
>>
Nos encontraremos en Lima con tu memoria intacta. Feliz viaje de regreso a
casa.
domingo, 16 de octubre de 2022
Como vivir desde el corazón (2 de 3)
Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para conseguir el silencio sólo hay que meditar.
Pero
ya es bastante difícil la meditación, como para mantenerla horas, todas las
horas del día en que nos mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y
poder gozar de la sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto,
tendremos que hacer algo más.
Las
herramientas necesarias para vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la
atención, la voluntad, y la paciencia.
Es
una paradoja, pero necesitamos la mente para dominar a la mente. Necesitamos
atención para observar a la mente, necesitamos, como para todo en la vida, ya
sea física o espiritual, voluntad para volver al trabajo una y otra vez, cada
vez que esta se distraiga, y necesitamos paciencia para llegar al final del
camino: el corazón.
Sobre
todo recuerda que cualquier camino que quieras recorrer comienza con un primer
paso, y que con ese primer paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida
física menos de un metro. No quieras con ese primer paso llegar al final del
camino. No, el camino ha de recorrerse con tranquilidad y con perseverancia,
teniendo claro que buscas, y volviendo al camino cada vez que los
acontecimientos te separen de él.
Con todo esto claro, ya solo queda comenzar a caminar:
Lo
primero que has de hacer es meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos
si no tienes práctica, y vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los
treinta minutos diarios. Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces
búscate alguna con la que te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer
la meditación para una mente neutral que viene a continuación.
Durante
todo tu día, lleva la atención a tu
respiración, siente el aire entrando por tus fosas nasales, siente como se
expande tu abdomen, siente después como sale el aire y como se relaja tu
abdomen, e imagina que estás respirando desde el corazón. Si aun no has
adquirido una práctica meditativa, a la tercera respiración, tu mente ya se
habrá distraído, para esto necesitas, una vez que seas consciente de tu
distracción, voluntad para volver tu
atención a la respiración. Haz esto durante todo el tiempo que puedas
permanecer consciente.
Como
mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil,
mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se
comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón:
Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor.
jueves, 1 de septiembre de 2022
El tiempo es ahora
Amaneció
un domingo más en la historia de mi vida. Y como el anterior y el anterior y un
sinfín de ellos más, en mi aburrida vida, lo iba a pasar acompañado por mí
mismo. Pero ese domingo yo no era el mismo que los domingos anteriores. Tenía
sensaciones extrañas. ¿Sería esa tontería del amor? No, no podía ser. Solo es
que estaba un poco impresionado por la belleza de Indhira, por su trabajo, por
su conversación, por las virtudes que parece que atesora, por su alegría, en
fin, que estaba impresionado con Indhira. El caso es que la noche anterior tardé
en dormirme pensando en ella y en mi burda despedida. No sé si soñaría con
ella, porque no lo recuerdo, pero sí que fue mi primer pensamiento en la mañana.
Tenía
que dejar de pensar en ella porque no me llevaba a ningún sitio y mantener el
pensamiento y la emoción, que acompañaba a ese pensamiento, me daba la
sensación de que no era bueno para mi estabilidad emocional. Esto se pasará con
el tiempo, pensaba, porque el tiempo puede con todo.
Me
levanté sin ganas de cocinar y, como el día anterior el almuerzo fue de cinco
tenedores, decidí sacar del congelador unas lentejas congeladas. Estaban
exquisitas. Cuando cocino lo hago para varios días y voy congelando, así
siempre tengo reservas. Tengo que confesar que soy un excelente cocinero.
En
realidad, no solo no tenía ganas de cocinar, no tenía ganas de nada. Me
encontraba un poco apático. Indhira seguía dando vueltas por mi pensamiento a
pesar de haber puesto música y de ir tarareando las canciones que iba
escuchando.
Tenía
que probar otro remedio y me senté a meditar.
Las
instrucciones dicen que hay que mantener la espalda recta, pero es un poco
incómodo para mí, teniendo en cuenta que no estaba acostumbrado, así que
transgrediendo las normas me senté en el sofá y me recosté hacia atrás. Eso sí,
los pies los tenía bien apoyados en el piso.
Comencé
como la vez anterior a llevar la atención a la respiración. Conseguía mantener
la atención dos respiraciones y, a la tercera, en vez de sentir el aire
entrando por la nariz, sentía a Indhira entrando por mi cabeza, acomodándose tanto,
en mi interior, que no había manera de sacarla de mi pensamiento con la
exhalación.
Cantar
no me había funcionado y la meditación tampoco. Fue, entonces, cuando mi
pensamiento me sugirió una combinación de ambas, meditar cantando.
Se me ocurrió cantar el Ave María mientras
intentaba mantener la atención en la respiración. Y funcionó. Al cabo de un
tiempo, que no sé si fue mucho o poco, me encontré solo respirando, sin cantar
y sin dejar espacio para que entrara Indhira.
-
Con un poco de miedo se me ocurrió
preguntar- ¿Sigues ahí?
-
No había terminado de pensar la
pregunta, cuando llegó la respuesta de inmediato- Siempre estoy.
-
Tengo miedo –tenía que abrirme y ser
honesto.
Si era
Dios yo ya sabía que lo sabe todo de todos y en todo momento y, si era mi
pensamiento, por supuesto que sabía de mi miedo. Pero como por la conversación
anterior me daba la impresión que no es muy parlanchín y dice solo lo que a Él
le interesa, que supongo que es lo que necesito saber, traté de llevar la
conversación al tema que me ocupaba. Incluso si preguntando directamente era
muy parco en las respuestas, pensé que si andaba con rodeos aun sería peor. Por
eso sentí o pensé, aunque, en realidad, no sé muy bien si fue una sensación o
un pensamiento, que lo mejor sería abrir las puertas de mi corazón y de mi
mente.
-
Lo sé –realmente era muy escueto en sus
respuestas.
-
Tenía miedo de meditar por no
encontrarme contigo y hoy se ha activado un miedo antiguo, tengo miedo de tener
una relación para no sufrir cuando se acabe.
-
Encontrarse conmigo no parece tan malo,
o ¿sí? –preguntó.
-
Tienes razón, no es malo. Es agradable
y serena el ánimo.
-
En cuanto al miedo a tener una
relación, respóndete a estas preguntas, ¿y lo que me pierdo?, ¿y si no se
acaba? Te puedo dar una idea, trabaja para que siempre sea como el primer día.
Se puede hacer. Solo tienes que vivir con atención, trata a tu pareja como si
fueras tú mismo, que todo tu trabajo sea hacerla feliz, hacer que se sienta
bien, que se sienta importante.
-
Y si a pesar de todo eso se va, ¿qué?
–supongo que como es Dios ya tendría conocimiento de mi fracaso anterior.
-
Pues la dejas ir con respeto, con
generosidad y con amor. Porque, como se supone que la sigues amando, vas a
desear, siempre, lo mejor para ella. Y si ella cree que separándose de ti va a
ser feliz, ayúdala a que lo consiga.
-
Para hacer eso que dices hay que ser
una persona muy centrada emocionalmente.
-
No, mi querido Antay, solo hay que
amar.
>>
Por si no lo has escuchado nunca ya te lo digo yo ahora: El miedo es lo
contrario del amor. Quien teme es porque no ama. ¡Ámate!, ama a los demás y al miedo no le quedará espacio porque todo
estará ocupado por el amor. Es como cuando le das al interruptor de la luz, no
queda espacio para la oscuridad.
>>
En nuestro encuentro anterior te decía que tenías que aceptar la vida. Añade
una nueva consigna, vive con atención.
>>
Tu problema es que siempre has estado en un sitio queriendo o pensando estar en
otro.
>>
Tienes que vivir un minuto tras otro sin pensar en que pasará más allá del
minuto. Tienes que vivir ahora, ser feliz ahora, sufrir ahora, si fuera
necesario. Pero, estropear un momento agradable, pensando que ese momento
podría llevarte a otro momento de sufrimiento, no parece algo muy sensato.
>>
Reflexiona Antay, reflexiona –y se acabó la conversación.
Me
quedé solo con mi respiración y el silencio.
Seguí
sentado escuchando el silencio que me envolvía. Era como si hubiera entrado en
una especie de círculo, que podría denominar sagrado, porque sentía que era un
lugar vetado hasta para los pensamientos. Ni tan siquiera sentía la
respiración. Solo sentía el silencio.
Mi cuerpo
fue quien decidió, después de una hora de permanecer en ese estado, que era
suficiente meditación y lo hizo haciéndome sentir un terrible dolor de espalda.
Necesitaba ponerla recta y, en ese momento, se acabó la meditación.
Era el
momento de seguir los consejos de Dios y reflexionar.
La
reflexión me llevó de inmediato a Indhira y mi pensamiento aprovechó la
coyuntura:
-
Llámala -gritó como si estuviera loco- y
le puedes decir que te sentó mal la puesta de sol y por eso saliste corriendo
como un furtivo. Como es buena chica y la impresionaste no lo tendrá en cuenta.
-
¿Tú crees que la impresioné? –ya
estaba, de nuevo, conversando con mi pensamiento.
-
Si no la hubieras impresionado no
habría ido a almorzar contigo ni te hubiera aguantado cuatro horas más –a
veces, como ahora, mi pensamiento inconsciente, ese que no se sabe de donde aparece,
tiene más claridad que mi propio pensamiento consciente, y continuó- ¿Por qué
no haces recuento de todo lo que te has perdido por culpa de ese miedo? Por
esta chica merece la pena arriesgarse y dejar de lado tu miedo.
-
Creo que tienes razón, es especial –y
seguí razonando con mi pensamiento- pero ¿sabes algo?, el miedo no es ese sentimiento
que me impulsa a creer que algo irá mal, no, es más una creencia de que esto
del amor es una quimera.
-
Pues será una quimera, pero tú lo estás
pasando fatal y, eso que solo has estado un día con ella. Llámala ya y deja de
darle vueltas.