El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 16 de agosto de 2014

Memoria de pez (Las preguntas del millón)


            Tengo una memoria muy selectiva, o casi mejor llamarla memoria de pez, todo lo que no es importante para algo en mi vida lo olvido en tres segundos. No recuerdo títulos de películas, ni de canciones, ni de libros, no recuerdo caras ni nombres, me pierdo en cualquier ciudad y en cualquier carretera. En fin, me parece que no podré contar batallitas, ni muchas ni pocas, cuando sea un poco más abuelo. Supongo que alguien pensará que soy un desastre.
            Pero sí recuerdo, como si fuera hoy, cuando comencé a hacerme las preguntas del millón: ¿Quién seré realmente?, ¿Vendré de algún lugar?, ¿Qué hago aquí?, ¿Para qué habré venido?, ¿Iré a algún sitio cuando me muera?
Estaba realizando un curso de capacitación para comenzar a trabajar en una empresa en la que había aprobado las oposiciones. Aun no había cumplido los dieciocho años.
            Cada día subía en el ascensor, grande, en aquella época me parecía enorme, con un buen número de personas, trabajadores de la empresa, y estudiantes como yo. Siempre he sido tímido y callado, y creo que mejor escuchador que hablador. Es increíble lo que se puede aprender únicamente escuchando. Sin embargo, en ese ascensor no aprendía mucho porque siempre escuchaba las mismas conversaciones: Los lunes, que vaya rollo tener que trabajar después del fin de semana, y los resultados de la jornada futbolística del domingo, el mejor gol, la mejor jugada, el resultado más sorprendente, en fin, un resumen completo de casi todos los partidos. Pensaba entonces, y sigo pensando, a pesar de que yo también tengo cierta simpatía por algún equipo, que me parecía una tontería comentar con tanto entusiasmo, las patadas que veintidós niños, forrados de dinero, le daban a una pelotita. Los martes, miércoles y jueves se comentaban los programas, muchos de ellos basura, de la televisión, y los viernes, el día grande, todo el mundo contento porque llegaban dos días de fiesta.
           
             Pensaba entonces que vaya tontería de vida la de los comentaristas del ascensor, y la de tanta y tanta gente que hacia lo mismo. Así se pasaban hasta los sesenta y cinco años, para después jubilarse, enfermar, y más tarde o más temprano morir.  ¿Y?, ¿De qué les había servido la vida?, ¿Para qué les había servido tanta ciencia futbolística o tanto saber de moda o de dietas de adelgazamiento?
            Ante tanto despropósito, me parece totalmente normal, y me alegro infinito de que mi memoria se especializara en olvidar tanta simpleza. Sin embargo, tener esta memoria selectiva, o casi memoria de pez, tiene grandes ventajas. La más importante es que nadie puede ofenderme. Las ofensas las olvido con la misma facilidad que se me olvida el día en el que vivo. Vivir de esta manera, sin tener en cuenta lo que los demás opinen, lo que los demás juzguen o critiquen, tiene grandes ventajas, ¡Soy feliz!, y lo soy, a pesar de que a la mayoría de las personas parece que la felicidad de los demás les incomoda, y se encargan de meter en el cerebro de todo el mundo la mayor cantidad de basura que pueden. ¡Pobres de los que no tienen memoria de pez y recuerdan cada palabra, cada ofensa, y cada carga de culpabilidad que los demás esparcen generosamente encima de ellos!
La memoria de pez es otra ventaja para vivir en el presente. No se puede ir al pasado porque no se recuerda y no se pueden hacer muchos planes de futuro porque no sirven de nada, se me olvidan enseguida. En fin, que lo que muchas personas pueden calificar como desastre, para mi es una bendición de Dios.
            No sé si los comentaristas del ascensor se habrán hecho alguna vez las tontas preguntas del millón. Yo además de hacérmelas, he intentado encontrar las respuestas, y creo que lo he conseguido, conozco las respuestas, y ahora estoy inmerso en el difícil trabajo de integrar en mí ser las respuestas.
Continuará………………………

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