El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 5 de abril de 2014

Respira desde el corazón


            Todos los seres humanos necesitamos algo o alguien en quien creer, algo a lo que aferrarnos, para tener así a quien pedir ayuda en nuestros momentos duros, y también para tener a quien culpar si no se solucionan los problemas.
            Nuestra necesidad de creer en algo no es porque si, es porque un día decidimos dejar nuestro lugar en el cielo, permitirme que lo diga así, para nacer en la Tierra. Unos vinieron con alegría, otros con temor, pero a fin de cuentas, haya sido nuestra venida como haya sido, aquí estamos, revestidos con un ropaje curioso, un cuerpo físico. Somos los cuidadores de nuestro cuerpo físico, unos lo cuidan con más acierto que otros, y es con él con el que nos desplazamos en este mundo de materia para realizar el trabajo que cada uno haya decidido hacer en su vuelta a la vida física.
            Gracias a nuestro ropaje, gracias a nuestro cuerpo, podemos vivir experiencias gloriosas, podemos besar, podemos acariciar, podemos llorar y reír, pero también nos encontramos con dos graves inconvenientes: por un lado, nos identificamos con él, nos creemos que somos ese cuerpo, sin ser conscientes de que somos capaces de cambiar de ropa con más frecuencia de la que nos pensamos, nos apegamos al cuerpo, olvidándonos de que somos seres infinitos. Y por otro lado, una parte de ese ropaje, la mente está permanentemente atraída por el miedo, por el dolor, por la culpa, por la negatividad.
            Pero en la conciencia de todos nosotros subyace la fuente primigenia, nuestro verdadero origen, nuestra divinidad, nuestra infinitud. Y es esta conciencia la que nos hace anhelar el contacto con nuestra fuente, la que nos hace creer en algo superior, porque cuando contactamos con nuestra propia creencia, sentimos la seguridad del hogar.
Casi todos creemos en Dios. Aunque creer en Dios, que por un lado serena y alegra la conciencia, por otro lado deja indiferente o llena de dudas a la mente. Todos los seres humanos, acostumbrados a identificarnos con el cuerpo, acostumbrados a identificarnos con la materia, necesitamos la imagen de ese Dios en quien creemos, y podemos preguntarnos ¿Quién es Dios?, ¿Qué cara tiene?, ¿Cuándo fue la última vez que se paseó por la Tierra?
No hemos de tener ninguna duda. No hemos de buscar la imagen de Dios, porque la imagen de Dios es Todo. Porque Dios Es. Dios Es el aire ……. y el agua, Dios Es la tierra ……… y el fuego, Dios Es cada montaña ………. cada planta ………. cada criatura ………. Dios Es tú………. Dios Es yo………. Dios Es Amor………. Es Comprensión………. Es Compasión………. Es Misericordia.
            Conectar con Dios depende de nosotros mismos, de nuestra propia elección. En la vida podemos elegir el miedo o el amor. El miedo hace que las cosas se estanquen y se bloqueen, mientras que el amor hace que todo se expanda y crezca, hace que vivamos la gloria divina. El miedo separa y aísla, mientras que el amor es unidad. Mientras que el miedo nos separa de Dios, el amor no une y nos identifica con Él.
            Por lo tanto, todo lo que tenemos que hacer en la vida es desprendernos del miedo y empezar a amar. Pero comenzando por el principio, amándonos a nosotros mismos. Es imprescindible llenarnos de amor hacia nosotros para poder repartir después ese amor hacia los demás. Y si no somos capaces de amar, hemos de aprender a disolver que es aquello que lo impide.
Para disolver los bloqueos que nos impiden amar podemos llevar la atención al corazón y respirar desde él. Es una buena manera de aliviar el corazón de energías negativas, para dejar paso a la energía del amor que es su energía natural, y que por las propias críticas mentales se ha bloqueado. Por lo tanto cada vez que te sientas temeroso, cada vez que te sientas triste, cada vez que te sientas infeliz, cada vez que te inunden las dudas, respira desde el corazón. Tienes que conseguir que la mente permita a tu corazón ser de nuevo el líder y el guía de tu vida.
Cuando llegamos a vivir desde el corazón, y dejamos que nuestra vida sea guiada por él, que es lo mismo que permitir que la vida sea guiada por Dios, llegamos al entendimiento de que sólo hay un mandamiento: “Amaté y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sólo, hay un camino: “El que dicta el corazón”. Sólo hay una ley: “La ley del Amor”. Quien sigue esta ley, no puede matar en nombre de Dios, no puede pasar al lado del hambre y la miseria sin que tiemble su ser, sabe que el color de la piel solo es una cualidad del cuerpo, como la altura o el color del pelo; quien sigue esta ley no discrimina por razón de sexo o tendencia sexual, de la misma razón por la que no se discrimina porque a uno le gusta la manzana y a otro el melocotón; quien sigue esta ley no discrimina por el tipo de creencia. Quien sigue esta ley, no juzga, no critica; sólo respeta, sólo permite, sólo ayuda. Quien sigue esta ley, vive en Dios.

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